Derrota de la humanidad

Rodolfo Díaz Fonseca
07 agosto 2025

El 13 de enero de 2003, el Papa Juan Pablo II, en su Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, expresó: “la guerra nunca es una simple fatalidad, es siempre una derrota de la humanidad”.

Con ocasión del 80 aniversario de los bombardeos atómicos sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, el Papa León XIV envió un mensaje al obispo de Hiroshima, Alexis M. Shirahama, reiterando sus sentimientos de respeto y afecto: “hacia los hibakushas sobrevivientes, cuyas historias de pérdida y sufrimiento son un llamado oportuno para todos nosotros a construir un mundo más seguro y fomentar un clima de paz”.

Señaló que las dos ciudades son “recordatorios vivos de los profundos horrores causados por las armas nucleares. Sus calles, escuelas y hogares aún llevan cicatrices—tanto visibles como espirituales—de aquel fatídico agosto de 1945”.

Reiteró que los sentimientos de paz y abandono de las armas son signos de fortaleza y valentía, no de temor y debilidad, como escribió Takashi Nagai, sobreviviente de Nagasaki: “La persona del amor es la persona de ‘valentía’ que no lleva armas”.

De manera especial, insistió, es preciso abandonar las armas que tienen el poder para causar una catástrofe total: “Las armas nucleares ofenden nuestra humanidad compartida y también traicionan la dignidad de la creación, cuya armonía estamos llamados a salvaguardar”.

El Pontífice subrayó que Hiroshima y Nagasaki se erigen como “símbolos de la memoria”, que nos instan a “rechazar la ilusión de seguridad fundada en la destrucción mutua asegurada. En su lugar, debemos forjar una ética global arraigada en la justicia, la fraternidad y el bien común.

Por tanto, motivó a todos a renovar el compromiso con la búsqueda de la paz, “una paz que es desarmada y desarmante”.

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