Disentir: esa responsabilidad ética y moral

Vladimir Ramírez
19 noviembre 2019

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El día de ayer leí dos publicaciones que llamaron mi atención por la semejanza de sus contenidos, uno en un periódico nacional y el otro en un periódico de nuestra entidad, el primero era una entrevista titulada “La 4T es una amenaza para las instituciones”, el segundo un artículo de opinión titulado “Al diablo las instituciones”, ambas observaciones coinciden que en el gobierno del Presidente López Obrador las instituciones públicas se encuentran amenazadas y en una peligrosa circunstancia de desmantelamiento institucional.

En el análisis se concuerda que las instituciones están en riesgo de ser cooptadas por el actual gobierno, se expresa una singular preocupación por el desmoronamiento de instituciones que en las últimas tres décadas se crearon como resultado del proceso democratizador que se vivió en el país a partir de la década de los 90 del Siglo 20. Sobre algunos de los ejemplos en los que coinciden también es la preocupación por el futuro de instituciones como la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH, creada en1990), el Instituto Nacional Electoral (-antes IFE- INE, 1990), el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE, 2002), Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH, 2008) y la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE, 2013) por mencionar algunas de las que se anotan por ambos analistas.

Todas estas instituciones fueron creadas en el periodo denominado neoliberal, cada una de ellas muy cuestionadas por su deficiente labor en todas las administraciones de los gobiernos tanto del PRI como del PAN; como ejemplo está la CNDH que dada su inoperancia desde su fundación ha sido considerada una institución cómplice de los intereses de la clase política del gobierno en turno, un aparato administrativo que no ha tenido la capacidad de incidir en la problemática para el que fue creado y tampoco la voluntad de modificar la evidente situación de impunidad en México. Una realidad que va desde casos sin resolver como el asesinato de Colosio hasta la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, por mencionar tan sólo dos de los miles de casos en el País.

Tenemos otro ejemplo en la historia del ahora INE, que durante décadas representó más los intereses y derechos de los partidos políticos por encima del electorado, razón por la cual se generó el continuo alejamiento y separación de la ciudadanía hacia los partidos y a su vez un paulatino envilecimiento e indolencia de la clase política, y como consecuencia, un desempeño corrupto en las instituciones gubernamentales. Lo mismo con instituciones como la CNH creada para fortalecer a la industria e incrementar la renta petrolera en beneficio de los mexicanos, cuando por el contrario se padeció por años el indiscriminado aumento mensual del costo de las gasolinas.

Por eso llaman mi atención los juicios sobre el futuro de las instituciones públicas del País, porque, a decir verdad, la lista y los argumentos para demostrar que las instituciones públicas entraron en un proceso de desarticulación y crisis, en realidad inició hace 30 años y no ahora, como se pretende hacer notar.

Todo parece indicar que quienes emiten juicios y realizan análisis teniendo como referente el futuro caótico de México a partir de AMLO, revelan posturas producto de sentidas emociones personales y no del resultado de análisis éticos y objetivos.

Y es que la historia se escribe con nuevos protagonistas. A la llegada del gobierno de AMLO, se estableció de principio la ruptura con los gobiernos de los últimos seis presidentes de la República, que inician con Miguel de la Madrid y terminan con Enrique Peña Nieto y en el que gobernaron tanto administraciones del PRI como del PAN, en la idea de un mismo modelo económico neoliberal por 36 años.

Es una verdadera pena que quienes antes de la llegada del gobierno de la 4T, que se distinguían como doctos analistas y consultores del antiguo régimen, hoy desborden descalificativos a ultranza contra el régimen actual, cuando lo que hoy necesita nuestro País son juicios sensatos y comprometidos con el proceso histórico que se vive y no pedradas de intelectuales resentidos. Jugar la parte del bando contrario, más a condición del interés personal que por una convicción social, es empeñarse en la idea del beneficio individual y no en la del bienestar colectivo.

Es como querer mantener el pensamiento desde una realidad sociopolítica que no corresponde con el malestar y hartazgo expresado en la elección de 2018. Es no entender que la opción electa del actual gobierno, necesariamente es diferente, sería absurdo pensar que tendría que seguir igual y que los electores votaron por más de lo mismo.

El gobierno de AMLO puede resultar peor o mejor que los anteriores, es cuestión de enfoque y se requiere de tiempo para discernir lo que habrá de acontecer en esta nueva realidad. No aceptar que se viven tiempos distintos y que como tal se verán hechos, formas y resultados diferentes en el ejercicio de gobierno, es porque seguramente se padece un evidente síntoma de necedad o de frustración ante la nostalgia del antiguo régimen y los privilegios que para ellos representó.

Disentir desde las gradas, cuando ya no se es protagonista del ejercicio gubernamental, implica una gran responsabilidad ética y moral, pues somete a juicio no sólo al observado sino también al observador.

Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.