Doblar al burro de Shrek

20 febrero 2018

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Joel Díaz Fonseca

jdiaz@noroeste.com

 

 

Hace unos años leí en estas páginas un artículo del excelente articulista Eduardo García Gaspar, titulado Shrek y la justicia, en el que aborda una cuestión que hoy por hoy es motivo de gran controversia: las diferencias en lo que ganan diversas personas por hacer más o menos lo mismo.

 

Relata García Gaspar la molestia de Eugenio Derbez porque se le pagó mucho menos por su doblaje al español de los parlamentos del burro de Shrek, que lo que se le pagó a Eddie Murphy por dar voz a ese cuadrúpedo inanimado.

 

Derbez, entrevistado respecto del doblaje de la tercera película de la serie, afirmó que él gana menos, mucho menos, de lo que ganan los actores de las voces originales en inglés”, escribió García Gaspar.

 

Y planteó lo que a su juicio es el meollo de este asunto: “Los empresarios no pagan los sueldos de esos a quienes emplean. Los pagan los consumidores”.

 

Sí, usted y yo. En esa lógica, el actor, el autor de libros, el pintor y hasta el bloguero que consiguen más audiencia, más lectoría o más “likes”, van a ganar siempre más que aquellos que, haciendo lo mismo, tienen apenas un puñado de seguidores.

 

En semanas recientes se ha recrudecido la polémica en la llamada Meca del cine por las diferencias salariales entre actores y actrices. Y no les falta razón a estas últimas en su demanda de que sus percepciones se equiparen a las de los actores.

 

Ya en octubre de 2015 el influyente diario español El País había abordado este controversial tema:

 

El lamento se está haciendo cada vez más sonoro y multitudinario. Ellas, con toda la razón”, escribió el periodista Pablo Scarpellini, “claman por una disparidad salarial que desde hace tiempo es tan notoria que ya no hay donde esconderla. El goteo de lamentos ha sido incesante en las últimas semanas y, por ese motivo, hasta se ha abierto una investigación por parte de una comisión federal para determinar si hay o no un caso de discriminación laboral generalizado”.

 

La talentosa actriz Jennifer Lawrence lo expuso en un blog de internet, tras enterarse de que la producción les pagó a Bradley Cooper y Christian Bale, sus compañeros de reparto de La gran estafa americana, mucho más que a ella.

 

Pero este problema no se limita al llamado séptimo arte, se da en todas las industrias y en todo el orbe. Hay incluso un desfasamiento muy marcado atendiendo no solo a la diferencia de sexo, sino al idioma, la nacionalidad, incluso al color de la piel.

 

A mediados del año pasado se conoció la postura de los actores coreanos de la serie de televisión Hawaii 5.0, Daniel Dae Kim y Grace Park, que molestos por el hecho de que sus compañeros Alex O’Loughlin y Scott Caan reciben una paga más sustancial que la suya, decidieron buscar nuevos y más prometedores horizontes.

 

Ojalá puedan lograrlo, pues son buenos actores, pero las posibilidades son mínimas. Trabajan para una industria que va a lo seguro, que no arriesga, por eso la preferencia de actores con un peso específico que garantice buenas taquillas.

 

En su artículo, el reportero de El País cita una declaración de Stuart Manashil, “uno de los agentes de mayor peso en la industria” y quien representa a actores de la talla de Hilary Swank y Sylvester Stallone: “Los estudios lo que buscan son películas que hagan mil millones de dólares en taquilla para contentar a sus accionistas y por eso ponen a un tipo como Mark Wahlberg al frente de una superproducción. Si pusieran a Natalie Portman el riesgo sería enorme y nadie quiere perder su trabajo.”

 

Por supuesto que molesta que unas personas ganen más que otras con las mismas capacidades y habilidades, pero la realidad es así, sobre todo en el mundo del espectáculo y el entretenimiento.

 

En el artículo que cité al principio, García Gaspar lo dice de manera muy clara: “al final somos usted y yo, y el resto de los consumidores, los que pagamos esos sueldos extraordinarios a las celebridades… Lo que hacen los empresarios es tratar de especular sobre esos que más agradan a las personas y contratarlos a precios acordados libremente, por eso Murphy gana mucho más que Derbez. Y eso es justo y lógico”.

 

En lo que no hay justicia ni lógica, sobre todo en México, es en que con bastante frecuencia personas con un desempeño mediocre y un currículum muy pobre tengan una posición de privilegio en el gobierno o en empresas privadas, con sueldos y prestaciones muy superiores a los de hombres y mujeres más calificados, tan solo por su amistad o compadrazgo con quienes toman las decisiones.