Edomex y Coahuila: las mafias eligieron
Domingo de decadencias y advertencias

Alejandro Sicairos
06 junio 2023

Sin dar señales de fortalecimiento democrático alguno, las votaciones para Gobernador del Estado de México y Coahuila patentizan el nuevo modelo electoral donde la aptitud de los pretensos para convencer a los ciudadanos es suplantada por la capacidad de trastornar el sentido real del sufragio, a través de la perversidad política, el uso de enormes sumas de dinero, y los aparatos públicos ya sea operando o desactivados al incidir en el resultado comicial. El voto libre constituye la gran entelequia mexicana en la cercanía de designar al titular del Ejecutivo federal, el 2 de junio de 2024.

Todos los instrumentos de libre participación ciudadana y legitimación mediante el voto sufren de debilidad institucional haciendo factible la orgía de candidaturas, triunfos electorales y gobiernos con orígenes depravados. No importa cómo se accede a los cargos públicos, lo que interesa es que la maquinaria de la marrullería funcione a la perfección con tal de que el producto deje de ser el de gente capaz y proba en la conducción social; hoy lo que vale, lo que sirve, es el talento para traicionar a las masas sin pagar consecuencias por ello.

Ahora los únicos finales electorales felices son aquellos donde el Presidente de México y los gobernadores de los estados certifican los procesos electivos con llamadas de felicitación a triunfadores todavía no validados por el recuento de las boletas de votación. Allí es cuando se borra el rastro delictivo de compra de sufragios, injerencias criminales e intromisión de gobernantes que quedan para el anecdotario sin pasar por la preeminencia del Estado de derecho.

Muy pocos recordarán en escasos días que en el Estado de México intervino completo el aparato público federal reducido a comité de campaña de la candidata del Movimiento Regeneración Nacional, Delfina Gómez Álvarez, quien ganó la elección, o que en Coahuila el Gobernador Miguel Ángel Riquelme movilizó la estructura oficial con el auxilio criminal para inmovilizar a la Oposición y sacar adelante a Manolo Jiménez Salinas, por la coalición de los partidos Revolucionario Institucional, Acción Nacional y de la Revolución Democrática.

El domingo el álgebra del poder fue simplificada para el buen entendimiento popular. El Presidente Andrés Manuel López Obrador en alianza con sus funcionarios y la ayuda de la mancomunidad fáctica conquistó una fracción del territorio nacional, mientras la coalición PRI-PAN-PRD y la liga delincuencial dominaron en otro fragmento del suelo mexicano. Siendo así, la cuestión pasa al terreno de la sociedad civil: o reencarrilamos la democracia en los rieles de legalidad o dejamos las cosas como están, fingiendo no ver, no escuchar y no incumbirnos.

En este sistema de maromas ilícitas que reciben la debida recompensa los ganones son los especímenes que brotan de los albañales guindas o tricolores pero investidos de impolutos. En el Estado de México, aparte de Delfina Gómez ganó Alfredo Del Mazo, al vaticinársele la Embajada de un país como premio por los servicios prestados a la Cuarta Transformación, así se trate de trabajos sucios. No se diga en Coahuila, donde Miguel Riquelme obtiene un certificado de impunidad tras el sexenio negro que en realidad es el enorme inventario de desfalcos, abusos y despotismos.

Y todo porque la baja participación en Coahuila y Edomex, menor al 50 por ciento del padrón electoral, mantiene inhibida la operación nacional civil que por perder la fe en los políticos o a sabiendas que el voto está electivamente devaluado, prefiere replegarse. Igualmente las campañas de búsqueda de sufragios dejan de expeler propuestas que por sustentadas son creíbles, escupiendo lodo en guerras que no reparan en ardides para fulminar moralmente al contrincante.

En la retirada ciudadana se les otorgan condiciones idóneas a los vividores de la política para que concreten sus ambiciones con unos cuantos electores, y seduzcan con mentiras o coaccionen a través de amenazas a esa base marginal de votantes. Es un hecho que entre menos participe la masa sufragante es más amplio el margen de maniobra de quienes pretenden empoderarse por métodos constitucionales como escalón hacia dominios plenipotenciarios en índole delictuosa.

Sin duda, las lecciones del Estado de México y Coahuila recalcan la amenazante transposición de fuerzas caciquiles y mafiosas por encima de la voluntad popular, que nadan a placer en la laguna de las apatías electorales. Las vocaciones antidemocráticas de Morena en el caso de Delfina Gómez, o del prianredismo con Manolo Jiménez, significan la cuenta regresiva a la gran encrucijada que dentro de un año nos pondrá a los mexicanos en la disyuntiva de elegir a los gobiernos que queramos, o permitir que las mafias del poder determinen a cuáles nuevos yugos nos someten.

Y sí. Tal para cual morenistas y cofrades, priistas y cómplices difuminan las diferencias entre unos y otros para que la gente sea incapaz de discernir en qué bando encarna el peor de los males. Los dos nuevos sultanes de la treta política, Delfina y Manolo, son al mismo tiempo decadencia y advertencia del sistema electoral disminuido a madriguera de rufianes.

Coahuila y Estado de México,

Con la temerosa democracia,

Nos reportan con enfático léxico,

Del voto y su ineficacia.

La prioridad, al ras de emergencia política, que tiene Paola Gárate al asumir el mando del PRI en Sinaloa, consiste en hacer los intentos por reunificar al priismo sinaloense más pulverizado que la roca demolida con pólvora negra. Al menos para que pueda decir que por lucha no quedó después de la imposición que operó Alejandro Moreno Cárdenas, y en la que se entrometió Mario López Valdez, dos aves de mal agüero que enturbiaron una designación que pudo ser, debió ser, más honrosa tanto para ella como para la militancia.

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