El arte de los pequeños pasos

Rodolfo Díaz Fonseca
07 noviembre 2017

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En ocasiones, transitamos por la vida como si galopáramos sobre un brioso corcel. En otras, quisiéramos tener un plano con estrictas instrucciones. No faltan situaciones en que consideramos a los demás como contrincantes, pero no prójimos que necesitan comprensión y solidaridad. Tampoco escasean momentos en que sentimos no merecer algunos reveses. 
 
Asimismo, menudean instantes en que perdemos el control y no distribuimos el tiempo.
 
Antoine de Saint-Exupery escribió una pequeña oración en la que pidió sabiduría para elegir lo conveniente.
 
“No pido milagros y visiones, Señor, pido la fuerza para la vida diaria. Enséñame el arte de los pequeños pasos. Hazme hábil y creativo para notar a tiempo, en la multiplicidad y variedad de lo cotidiano, los conocimientos y experiencias que me atañen personalmente. Ayúdame a distribuir correctamente mi tiempo: dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario. Te pido fuerza, autocontrol y equilibrio para no dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día. Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible, y a reconocer que esta hora es la más importante. Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien. Otórgame la lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos son oportunidades en la vida para crecer y madurar. Envíame en el momento justo a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor. Haz de mí un ser humano que se sienta unido a los que sufren. Permíteme entregarles en el momento preciso un instante de bondad, con o sin palabras. No me des lo que yo pido, sino lo que necesito. En tus manos me entrego. ¡Enséñame el arte de los pequeños pasos!”
 
¿Camino a grandes zancadas? ¿Doy pequeños pasos?
 

 

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