El día...

Guillermo Osuna Hi
04 diciembre 2021

“No tiene mal que no merece”, afirma un refrán español, el cual rescato para comentar que todo parece indicar que la llamada cuarta ola del coronavirus encontrará en nuestra irresponsabilidad social el campo propicio para darle la bienvenida a la nueva cepa del coronavirus, bautizada como Ómicron, de la que se dice, traerá consigo un alto potencial de contagios, de tal suerte que en algunos países las restricciones a la movilidad social y el cierre de fronteras están a la orden del día. Todo esto, mientras que el Presidente de la República se armó una mega concentración de seguidores para celebrar el término de su tercer año de gobierno, en el que volvió a reiterar que no emitirá instrucciones impositivas para hacer obligatorias las medidas sanitarias preventivas de la infección, y que, de ninguna manera, vedará las llegadas de turistas y visitantes extranjeros.

A nivel local, las autoridades municipales mazatlecas van en la misma sintonía de retar al destino y se preparan para recibir el Carnaval 2022 y otorgan el visto bueno a todo lo que huela a bochinche.

Y mientras que viene el lobo, permítanme comentarles que hace poco más de tres décadas tuve la oportunidad de participar en el maratón de Los Ángeles, California, en sus ediciones 1989 y 1990, evento que en aquellos años reunía alrededor de 20 mil corredores en cada edición. Una marea cargada de energía positiva, que te envuelve en la emoción que representa la experiencia de estar presente de manera activa en un evento de tal magnitud. A lo anterior, agrego que igual de sorprendente me resultó enterarme que en promedio, por cada corredor, se contaba con un voluntario en las diferentes actividades que implica una justa deportiva como lo es el maratón.

Refiero la experiencia no tanto para presumir una muy grata etapa de mi vida, sino para traer a la pista al voluntariado, ya que el día de hoy, en el frondoso árbol de efemérides de la ONU, el 5 de diciembre de cada año se señala como Día Internacional de los Voluntarios, en virtud de la importancia que representan en la construcción de una ciudadanía participativa y comprometida con su comunidad.

Por supuesto, al conmemorar tan significativa fecha, no puedo dejar de citar al voluntariado que de manera espontánea presta sus servicios a la sociedad, integrándose a los cuerpos de auxilio como bomberos, socorristas de la Cruz Roja y claro, sin olvidar los alentadores movimientos de rescate realizados por los ejércitos de gente de bien que ha acudido al auxilio del prójimo en tragedias como los terremotos que sacudieron a la hoy CdMx, en los meses de septiembre de 1985 y 2017. Acciones espontaneas que se convirtieron en todo un referente de la explosión de la solidaridad con el prójimo que tiene el mexicano en los momentos de crisis, distintivo que por cierto, no aparece en las hojas de vida de los actores políticos.

Desgraciadamente esos estadillos de bondad no han sido alentados por el Gobierno mexicano, a través de un programa implementado para tal fin, tal y como lo hace, por ejemplo, el gobierno de Chile por medio de su Ministerio de Desarrollo Social y Familia.

Cierto, algo similar maneja el Gobierno federal vía la Secretaría de Relaciones Exteriores, pero enfocado a estudiantes mexicanos residentes en el extranjero, por el cual, durante el verano del presente año, participaron 78 jóvenes en diversas entidades del país, básicamente, en actividades educativas.

Es decir, sin resultados que den argumentos para presumir como acción gubernamental exitosa y mucho menos, si la comparamos con lo que aportan la infinidad de asociaciones de servicios integradas por ciudadanos movidos por ayudar al prójimo.

El día que el voluntariado crezca en nuestro país, nos pondremos en la sintonía de convertirnos en una sociedad más participativa, más comprometida con el bien común y más exigente con las esferas gobernantes, algo que por supuesto, asusta a la clase política ¡Buenos días!