El dilema del fundador:
¿hundirse con el barco o ceder el timón?
La sucesión en una empresa familiar es uno de los procesos más difíciles y cruciales para su continuidad. Aunque son la base de la economía, la mayoría de estas empresas no logran trascender a la siguiente generación. El principal obstáculo para su supervivencia suele ser el temor que sienten los fundadores al hablar de la sucesión o, peor aún, al no querer enfrentarla.
Si pudiéramos adentrarnos en la mente de un fundador, entenderíamos que sus miedos son completamente naturales. Después de años dedicados a su negocio, ¿cómo soltar el control? ¿Cómo asegurar que la empresa, su proyecto de vida, continuará con la misma fuerza sin su presencia al mando?
Es muy común escuchar de los fundadores: “La empresa lo es todo para mí.”
Es comprensible que, después de invertir años de esfuerzo, dedicación y sacrificios, la empresa se convierta en una extensión de sí mismos. Muchos fundadores sienten que si dejan de liderar, perderán prestigio, poder, y, en algunos casos, su papel como figura central en su familia. Pero ¿qué pasa cuando el fundador no tiene claro qué hacer con su tiempo una vez que ceda el timón? El resultado suele ser el temor de perder su propósito y su identidad.
Sin embargo, la respuesta es simple: el motivo por el que el fundador comenzó el negocio fue para generar riqueza y brindar a su familia una mejor calidad de vida. No se trata solo de trabajar hasta el final de los días. Los sueños de descanso, viajar, y disfrutar de los logros también forman parte del camino. Por tanto, dejar de estar al mando no significa perderlo todo, sino que es una oportunidad para redirigir su vida y disfrutar de lo que siempre soñó hacer cuando no podía.
Otro temor común entre los fundadores es: “Nadie puede dirigir la empresa como yo.”
Es comprensible que el fundador, con años de experiencia, crea que su forma de dirigir el negocio es única. Sin embargo, cuando un fundador se niega a delegar, el peligro es evidente: las empresas no evolucionan. La economía, los mercados y las tendencias cambian, pero la forma de hacer las cosas permanece estática, y eso impide el crecimiento.
Delegar no significa perder el control; significa asegurar que el negocio pueda crecer bajo una dirección fresca, capaz de adaptarse a los cambios. Si un fundador se niega a formar sucesores, tarde o temprano se enfrentará a la triste realidad de que la empresa morirá con él.
Es necesario cambiar la mentalidad del fundador, para que comprenda que, si no se prepara a su sucesor, el legado de su empresa no perdurará. Hacer esto implica pensar en el bien mayor: la empresa y la familia, no en el propio ego. Como todo buen padre, el fundador debe estar dispuesto a hacer sacrificios para garantizar que su legado sobreviva y que la empresa sea dirigida por una nueva generación capaz de llevarla al siguiente nivel.
Uno de los principales problemas en las empresas familiares es la falta de sucesores preparados. Si no hemos formado a nuestros hijos o miembros de la familia para tomar las riendas de la empresa, el futuro está en riesgo. El fundador no puede esperar que, al llegar el momento de la sucesión, alguien de la familia esté listo sin haber sido previamente formado para ello.
Elegir a un sucesor no debe ser una decisión apresurada. Es necesario tener un plan claro, que incluya formación, delegación de responsabilidades y un seguimiento cercano. Solo así se garantiza que la empresa continuará en buenas manos.
Identificar al sucesor: No se trata de imponer, sino de identificar a quien tiene la capacidad y el interés en continuar el legado.
Formarlo: Involucrarlo de manera gradual en las decisiones importantes para que se sienta capacitado y confiado.
Delegar funciones: Es importante que el sucesor tenga la autonomía para tomar decisiones y asumir responsabilidades.
Asegurar un control adecuado: El fundador no perderá completamente el control. Puede mantenerse en el consejo de administración y en el consejo familiar, asegurando que la empresa esté bien vigilada y que la transición sea exitosa.
El verdadero desafío para un fundador no es solo lograr que la empresa sobreviva, sino asegurarse de que perdure más allá de su propio tiempo. Ceder el timón no significa perder su legado, sino que garantiza que el esfuerzo y el sacrificio de toda una vida sigan dando frutos. Al preparar la próxima generación, el fundador no solo asegura la supervivencia de la empresa, sino también la continuidad de un legado familiar que puede trascender generaciones.
El mayor sacrificio no es perder el control, sino garantizar que lo que se ha construido siga creciendo, mejorando y beneficiando a futuras generaciones. La verdadera grandeza está en saber cuándo es el momento de dar paso a otros, para que el negocio continúe siendo una fuente de prosperidad para toda la familia.