El Everest de la pediatría

Rodolfo Díaz Fonseca
10 abril 2021

Su llegada a Culiacán rememoró la aventura de Gulliver al arribar a Liliput. Hombre de inmensa altura y espigada figura. Su estatura colosal era reforzada y sostenida por el bombeo de un fuerte y robusto corazón. No obstante, el corazón físico fue tan sólo una débil y lejana metáfora del grandioso corazón de bondad con que se consagró a procurar la salud de la niñez sinaloense.

Jorge Alfredo Lomelí Meillón era originario de Guadalajara. Parte de su familia se trasladó a Culiacán porque su hermano Juan Ignacio, quien posteriormente soportó prolongada enfermedad, se vino a trabajar como abogado y maestro del Instituto Chapultepec. Así llegaron también su mamá, Luz, y sus hermanos Javier y MariCarmen, quienes heredaron altura y, además, corpulencia.

En Mochis, al realizar su servicio social, conoció al amor de su vida, Silvia Salazar. El ejemplar matrimonio procreó seis hijos y formó una digna familia: Juan Ignacio, Silvia, Jorge, Alejandro, Carolina y Luis. De hecho, uno de los primeros acontecimientos sociales que publicó el novel periódico Noroeste fue el nacimiento de Silvia Lomelí Salazar.

De carácter afable y bondadoso, fácil para la convivencia sin ser demasiado obsequioso (según la novela de Guillermo Prieto), cultivó la sincera amistad y, como fervoroso creyente, el crecimiento en la fe.

La pediatría fue su pasión, en ella volcó todas sus energías y se ocupó de la salud de los niños que, a su vez, se convirtieron en padres y abuelos. Promovió de manera incansable la lactancia materna a través de la Liga de la leche.

El Everest de la Pediatría no solamente procuró la salud de los pequeños, sino que también se interesó por su educación, por eso incursionó durante varios años en la mesa directiva de la Escuela Activa Integral.

¿Soy entregado y apasionado?