El fantasma del miedo
El miedo es paralizante y aterrador. Te maniata y no te permite levar el ancla de la esperanza. Efectivamente, resulta imposible izar las velas y aspirar las inmensas bocanadas del porvenir, mientras permanezcamos sujetos al viscoso fango del temor y el pánico.
Los escenarios apocalípticos que estamos viviendo: guerras, catástrofes climáticas, incendios, sequías, hambruna, migraciones, pandemias y narcopandemias, desastres ambientales e incertidumbres globales amenazan perentoriamente con no dejar espacio para la esperanza. “Los apocalipsis venden”, afirmó Byung-Chul Han, en su libro El espíritu de la esperanza, del cual hemos hablado ya en otras columnas.
Con exquisito tacto, escogió las frases de dos célebres literatos para colocar como epígrafes: “La esperanza es un afán y un salto”, Gabriel Marcel. Asimismo, citó: “Mientras aún le quede luz a la estrella nada estará perdido. Nada”, Paul Celan.
Chul Han subrayó que no solamente en la vida real, sino también en la literatura y en el cine prolifera un ambiente de fin del mundo: “Estamos padeciendo una crisis múltiple. Miramos angustiados a un futuro tétrico. Hemos perdido la esperanza.
Indicó que solamente la esperanza puede recuperar la vida en esta sociedad enferma que trata por todos los medios de escapar de una muerte que se avecina. “Ella nos regala el futuro”, enfatizó.
Empero, agregó: “Se ha difundido un clima de miedo que mata todo germen de esperanza. El miedo crea un ambiente depresivo”. Reforzó que los sentimientos de angustia y resentimiento conducen a los populismos de derechas, atizando el odio y la pérdida de solidaridad, cordialidad y empatía. Y recordó las palabras de despedida del ex presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama: “La democracia puede derrumbarse si cedemos ante el miedo”.
Y Han ratificó: “La democracia es incompatible con el miedo”.
¿Cedo ante el miedo?