El Golfo de México profundo: escarpes, montañas submarinas y llanuras abisales

Oceana
04 octubre 2025

Durante mucho tiempo, el fondo del mar fue una frontera inexplorada, un abismo donde la luz no entra y donde, se pensaba, la vida era casi inexistente.

Sin embargo, en las últimas décadas, las profundidades marinas han revelado ser un universo complejo, dinámico y sorprendentemente vivo. Las zonas profundas y ultra profundas del océano, es decir, por debajo de los 500 metros, contienen algunos de los paisajes menos conocidos del planeta: escarpes, llanuras abisales y montañas submarinas que rivalizan con los Alpes en altura.

A escala global, las montañas submarinas (seamounts) son uno de los hábitats más abundantes del océano profundo. Se estima que existen más de 100 mil montañas que superan los mil metros de altura. Estas estructuras emergen desde las profundidades y son verdaderos oasis de vida, modificando las corrientes marinas, concentrando nutrientes y atrayendo peces, esponjas, corales de aguas frías, así como magníficos cetáceos.

Por otro lado, las llanuras abisales cubren más del 50 por ciento de la superficie terrestre, aunque irónicamente siguen siendo uno de los ecosistemas menos explorados de la Tierra y fuera de ella. En estas vastas llanuras oscuras, organismos como los pepinos de mar, poliquetos, isópodos gigantes y peces bioluminiscentes sobreviven gracias a una lluvia constante de materia orgánica que desciende desde la superficie hasta las profundidades del océano, conocida como “nieve marina” (marine snow).

Los escarpes submarinos, observados como acantilados y fallas tectónicas en el lecho marino, conforman zonas de alta heterogeneidad estructural que permiten la colonización de comunidades especializadas. Estos relieves, junto con las montañas submarinas, forman sitios de alta diversidad y de alto endemismo en los cuales podemos observar una gran variedad de formas de vida que no están presentes en ningún otro sitio del planeta.

En el imaginario colectivo, el Golfo de México es recordado por sus plataformas petroleras, pero su cara ultra profunda permanece en la penumbra científica. A más de 3 mil metros de profundidad, la región del Cañón de Sigsbee y el Escarpe de Florida albergan montañas submarinas, llanuras abisales y una compleja red de escarpes, terrazas y fallas geológicas.

En los años recientes, gracias a los avances científicos y tecnológicos, se ha logrado documentar en esta zona la presencia de corales de aguas frías como Lophelia pertusa, esponjas carnívoras y peces bentónicos altamente especializados, incluyendo especies nuevas para la ciencia. En particular, investigaciones realizadas con vehículos operados remotamente (ROVs), en colaboración con NOAA, han revelado hábitats únicos en los escarpes del Banco de Campeche y el Monte Chapopote, famoso por sus filtraciones naturales de hidrocarburos.

Este último, ubicado a unos 3 mil metros de profundidad, presenta depósitos de asfalto sólido donde se ha documentado una comunidad biológica altamente adaptada: poliquetos, mejillones y crustáceos que prosperan sobre el “petróleo congelado”.

La vida en las profundidades del Golfo de México no sólo existe, sino que florece en condiciones extremas. Un ejemplo que continúa fascinando a la comunidad científica es el de los mejillones del género Bathymodiolus, que viven en simbiosis con bacterias capaces de metabolizar metano o azufre, generando alimento en completa oscuridad. Estos organismos convierten fuentes químicas de energía en biomasa, en un proceso conocido como quimiosíntesis, análogo a la fotosíntesis, pero sin necesidad de luz solar.

Los ecosistemas profundos del Golfo enfrentan amenazas crecientes: exploración petrolera, minería submarina incipiente y contaminación por plásticos que viajan miles de kilómetros antes de sedimentar en los fondos marinos. A pesar de su lejanía y profundidad, estas zonas están interconectadas con las costas: las corrientes que cruzan las montañas submarinas del Banco de Campeche nutren también las pesquerías costeras.

La conservación de estos espacios requiere visión de largo plazo y participación. Las comunidades pescadoras, especialmente aquellas con saberes tradicionales y profundo conocimiento del mar, pueden convertirse en aliadas clave para vigilar, reportar y defender estos paisajes sumergidos.

El autor es Antar Mijail Pérez Botello, doctor especialista en Ciencia de Oceana en México.