El gran propagandista

19 septiembre 2020

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Arturo Santamaría Gómez

santamar24@hotmail.com


Un líder político eficaz es también, por lo común, un buen propagandista; es decir, una persona que genere ideas persuasivas para mucha gente. Si carece de esta cualidad podrá ser un operador eficaz pero no un líder; y mucho menos un líder carismático de masas.

López Obrador no ha demostrado ser un conductor eficiente de la economía mexicana, pero sí ser un notable estratega y comunicador político. No es un líder para todos los mexicanos, pero sí, por lo menos hasta el momento, para las mayorías plebeyas, que son alrededor del 60 por ciento de los habitantes de este territorio del águila y la serpiente.

La habilidad propagandista de AMLO nace en gran medida del profundo conocimiento de las mentalidades de los habitantes de los sótanos del País. Nadie como el tabasqueño conoce cada rincón de México, del cual ha sabido descubrir los símbolos y los imaginarios, así como los deseos y las aspiraciones de los de abajo.

Si AMLO no fuera un extraordinario propagandista, México ya se le habría ido de las manos. No ha sabido manejar la economía y menos en una coyuntura de crisis mundial. No ha tenido un buen manejo de la crisis sanitaria. Ni ha sabido enfrentar eficazmente la violencia criminal. Pero sí ha utilizado magistralmente la comunicación y la propaganda políticas.

La “rifa del avión”, y el Grito de la Independencia son dos ejemplos de un notable uso de los símbolos patrios y populares.

Mientras sus críticos y miles de detractores en los medios vieron en la rifa un grotesco y ridículo circo mediático, sus seguidores y las masas populares celebraron una fiesta que distribuyó millones de pesos en clínicas y hospitales (aunque sólo hayan sido 13) y varios cientos de millones más entre gente que antes no tuvo nada o muy poco. El impacto propagandístico del dinero que llegará a las instalaciones médicas de varias partes de México ha sido grande. Y la emoción de quienes lo recibirán ha sido genuina.

Entonces, mientras intelectuales, periodistas y políticos opositores hablan de una burla pantagruélica a los mexicanos, las enormes bases sociales que sostienen al macuspeño, y quizá hasta unos pocos más después de saber quiénes fueron los premiados, calientan el termómetro de la aceptación popular.

La ceremonia del Grito de Independencia se había convertido en una rutina sin emoción. Había pasado a ser una noche burocrática, anodina e insultante para las masas plebeyas. Las sonrisas de las familias de los presidentes en el balcón de Palacio Nacional eran más falsas y frívolas que el pingüinario que se construirá en Mazatlán. Pero el tropical Peje le devolvió autenticidad y emotividad.

Un Grito sin masas presenciales en el Zócalo fue convertido por AMLO y sus propagandistas en una bellísima escenografía, donde solo hablaba el silencio y la memoria de los héroes (incluyendo los de ahora: los salvadores de nuestra salud) al que le daba poderosa fuerza una fogata ateniense.

Andrés Manuel López Obrador tan solo acompañado por Beatriz Gutiérrez Müller, su señora esposa, en su aparente soledad, le otorgaba más dramatismo a la ceremonia.

La propaganda que no genera emociones sirve de muy poco o, de plano, de nada. Y bueno, vaya que la personalidad tropical del Presidente sabe transmitirla radicalmente a favor o en contra.

Es muy probable, entonces, que a fines de mes, las encuestas lo eleven un poco después de estos sólidos actos propagandísticos.


Posdata

Esta semana mi familia y yo pudimos comprobar el heroísmo que no parece tal y que se vive con naturalidad y un enorme sacrificio y riesgo.

Tuvimos que hospitalizar de emergencia a mi hijo Francisco Miguel, de 29 años, fuerte físicamente pero con autismo, por ello es como un niño pequeño en su conducta. Había tenido dos días de fiebres altísimas y exhibía una gran debilidad. Como él no puede comunicar lo que siente, no sabíamos si le dolía el cuerpo o la garganta o cualquier otro padecimiento. Llegamos a pensar que tenía Covid-19 y nos alarmó.

Una gran casualidad, o un milagro, hizo que mi cuñada Cecy, quien tenía una cita con el doctor Matías Eduardo Zazueta en el Hospital La Marina, nos la cediera para que viera a nuestro hijo de emergencia. Le hicieron examen de sangre y encontraron que tenía dengue hemorrágico, el cual le había reducido muchísimo las plaquetas, y de inmediato lo internamos.

Para extraerle sangre a Francisco, inyectarlo o ponerle un catéter requiere de varias personas porque para él es un suplicio. Pero, gracias a la sapiencia, experiencia, paciencia, calidez y bondad de los médicos, enfermeras, enfermeros y paramédicos, y al amor y entrega sin límites de mi esposa Sandra, nuestro hijo salió adelante. Las oraciones y mensajes de solidaridad de toda nuestra familia nos auxiliaron y fortalecieron.

Este mismo personal médico también ha estado en el combate a la pandemia durante estos largos meses. Ellos han salvado muchas vidas arriesgando las propias.

A ellos mi eterno agradecimiento y el de mi familia. Nunca había sentido que Dios me ayudara tanto.