El ideal de la justicia social

09 diciembre 2020

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Francisco Porras Sánchez

@PorrasFrancisco

SinEmbargo.MX


John Rawls, uno de los filósofos del derecho contemporáneo más influyentes, abordó el problema de las tensiones entre la libertad y la justicia. En estos días, este tema podría parecer como algo no tan urgente o importante a la luz de la pandemia, sus efectos económicos y las decisiones del Gobierno federal en torno a ella; las acusaciones de corrupción de varios(as) políticos(as), funcionarios(as) y ex funcionarios(as); el entorno de polarización política exacerbada, justamente cuando deberíamos cooperar más; y la violencia desatada. Sin embargo, la cuestión de cómo resolver las tensiones entre la libertad individual y la justicia social está presente, de una manera u otra, en estos problemas emergentes.

Rawls (2010) presentó su argumento sobre el ideal de la justicia social criticando a dos fundamentalismos: el del liberalismo económico, que postula al mercado como el medio para ejercer la libertad, satisfacer las propias preferencias y -en última instancia- alcanzar la felicidad individual; y el del control estatista que privilegia una determinada visión del bienestar sobre las preferencias y valores individuales, con el objeto de beneficiar a la sociedad en su conjunto. El primero concibe a la libertad individual como el valor (o derecho) superior; para el segundo, la justicia es la prioridad. Sin embargo, llevados al extremo, estos argumentos implican la muerte de la capacidad institucional para lograr acuerdos. El liberalismo supone que cualquier límite a la libertad individual es inaceptable; mientras que el estatismo no reconoce la disidencia legítima del pluralismo. El problema, claro está, es que solamente en un entorno de democracia -o de “liberalismo político”, como le llama Rawls- uno(a) puede aspirar a construir acuerdos. Aunque sin garantías de éxito, la democracia es el sistema que, partiendo del reconocimiento irrestricto de los derechos humanos fundamentales, propone el objetivo colectivo de generar bienes públicos a través de las mayorías. En otras palabras, para Rawls la democracia posibilita resolver la tensión entre la libertad y la justicia.

En concreto, Rawls propone el siguiente mecanismo:

a) Todas las personas deben tener los mismos derechos, en un arreglo institucional que los haga compatibles entre sí. Se entiende que este equilibrio solamente es posible en un sistema político plural, en el que se ejerzan los derechos sin ningún tipo de límite salvo los derechos de los(as) demás -que son mis iguales- y el bien común.

b) Si esto no es suficiente para disminuir la inequidad social, es importante asegurar que la posición de la que se derivan las desigualdades sea accesible a todos(as). Por ejemplo, si un(a) empresario(a) o político(a) tiene un mayor nivel socio-económico como resultado de ocupar su puesto, es necesario que cualquier persona pueda acceder a ese puesto. Esto no quiere decir que las reglas que norman el acceso y salida de estas posiciones deberían desaparecer; solamente que cualquier persona que quisiera ser empresario(a) o político(a) debería poder serlo.

c) Finalmente, si las inequidades sociales permanecen, éstas se justificarían en la medida en que las personas más privilegiadas decidieran consistentemente a favor de las más vulnerables. En otras palabras, el que haya personas ricas solamente se justificaría en la medida en que ayudaran a los que no poseen riquezas; los que saben deberían decidir a favor de los que no saben; etcétera.

Resumiendo: a) todos(as) somos iguales; b) todos(as) deberíamos poder ocupar puestos que nos beneficien socio-económicamente; c) pero, si efectivamente los ocupamos, deberíamos decidir siempre a favor de los(as) que por una razón u otra no ocupan tales puestos.

Este ideal de justicia social ha sido criticado muchas veces por ser quizá impracticable en democracias que se encuentran pasando por crisis de diverso tipo. A pesar de esto, siempre es importante recordar esta propuesta inteligente y sofisticada, que confía en nuestras capacidades para lograr acuerdos y diseñar instituciones que los protejan. Ni el neoliberalismo extremo, ni el estatismo rancio, nos permitirán generar verdaderos acuerdos de mayorías. Sin éstos es imposible mejorar en la justicia social.