El ‘injerto’ del amor

Rodolfo Díaz Fonseca
25 enero 2022

Es común escuchar que se hable de amor, cuando en realidad no se tiene una comprensión adecuada de él. José Ortega y Gasset afirmó que proliferan los “amores”, pero languidece el concepto del auténtico amor. Señaló que se reduce demasiado el amor si se circunscribe al fenómeno que sienten los enamorados, pues el tema del amor es mucho más vasto. Agregó que con gran tino concluyó Dante su comedia diciendo que el amor mueve al sol y a todas las estrellas.

La mayoría de las veces se identifican amor y deseo. Sin embargo, existe una diferencia abismal entre ambos conceptos. El amor es siempre una voluntad de promover; mientras que en el deseo se busca poseer. En el amor todo es actividad, se hace hasta lo indecible para ir hacia el objeto o persona amada. El deseo, en cambio, es pasividad; se espera que el objeto venga hacia mí. Quede claro, el amor es donación, jamás posesión. Por eso, Ortega señaló: “El amor te hace híbrido, te coloca un ‘injerto metafísico’ con el que quedas adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser”.

Jacinto Benavente, Premio Nobel de Literatura 1922, afirmó: “El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece”. Es decir, quien ama no pide para sí, puesto que lo que busca es dar al otro. Añadió: “El verdadero amor, el amor ideal, el amor del alma, es el que sólo desea la felicidad de la persona amada, sin exigirle a cambio la nuestra”.

Asimismo, Jean Cocteau manifestó: “El verbo amar es difícil de conjugar: su pasado no es perfecto, su presente es sólo indicativo y su futuro siempre es condicional”.

¿Me injerto metafísicamente? ¿Busco el bien del otro o mi propio bienestar?