El juego
de la vida

Rodolfo Díaz Fonseca
14 septiembre 2023

Continuamente se compara la vida con un juego de cartas. Incluso, los grandes literatos han hecho eco de este símil, como William Shakespeare: “El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”.

Existe otro texto anónimo, el cual también fue utilizado por Anthony de Mello, que dice: “En el juego de naipes que es la vida cada cual juega lo mejor que sabe las cartas que le han tocado. Quienes insisten en querer jugar no las cartas que le han tocado sino las que creen que debería haberles tocado son los que pierden en el juego. No se nos pregunta si queremos jugar. No es esa la opción. Tenemos que jugar. La opción es: cómo”.

Efectivamente, en la vida debemos aprender a jugar con las cartas a nuestra disposición. Ése es el tesoro que se nos ha confiado y debemos aprender a jugar las cartas como mejor nos parezca.

No tiene caso que empecemos a lamentarnos por las cartas que nos entregaron, ni que reneguemos por el juego tan malo que nos tocó. Es tonto perder el tiempo quejándonos, o idealizando la mano que deberíamos tener para ganar el juego. Mientras perdemos el tiempo en las quejas, inconformidades, suspiros y descontentos, el tiempo para depositar nuestras cartas avanza inexorablemente.

Tal vez alguien imagine el juego espectacular con que debería contar para realizar su mejor jugada, pero no tiene caso soñar en situaciones fantásticas; pues, mientras añoramos el juego perfecto se nos va la vida y jamás vuelve atrás.

Por último, la opción elemental no consiste en la disyuntiva de jugar o no jugar; esa no es alternativa. Lo fundamental es cómo jugamos, qué cartas arrojamos primero y cuáles después.

¿Me quejo de mi juego? ¿Utilizo adecuadamente las cartas?

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