El narcorretén, la prensa y la gira de AMLO. ¿Qué mensaje deja la aduana del crimen?

Alejandro Sicairos
30 mayo 2022

Cada vez que los periodistas sinaloenses subimos a la sierra a realizar coberturas, sobre todo cuando se trata de ir a comunidades altas de Badiraguato, es un hecho que en algún momento habremos de topar con los grupos que vigilan la zona para el narcotráfico. Pero entre eso y que suceda la intercepción del convoy de prensa durante una visita presidencial existe la diferencia abismal donde la delincuencia organizada quiere mandar mensajes quien sabe cuáles, a quién, para qué y por qué.

Ni siquiera debiéramos conjeturar qué hubiera pasado si la célula de civiles armados tuviera una misión distinta a la de funcionar como aduana del crimen en los territorios que éste controla. Sí debemos reclamar que el traslado de comunicadores se haya realizado por tierra y sin la debida vigilancia de la Guardia Nacional, el Ejército o de plano con las policías estatal o municipal que conocen muy bien los estados de ánimo de “punteros” que con sus armas largas autorizan o niegan el aforo de extraños a las regiones ocupadas.

Tampoco vale la ingenuidad de atribuir el entorpecimiento de la ruta presidencial a una situación circunstancial o de habitual supervisión del narco. Por supuesto que las células del tráfico de drogas que controlan la zona en que ocurrieron los hechos, bajo la égida de José Caro Quintero y de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, sabían de la agenda a desarrollar ese día por el Mandatario mexicano en el emblemático Triángulo Dorado, al que por cierto AMLO quiere rebautizar como “Triángulo de la gente buena”.

Entonces el suceso ha de tener otras connotaciones. El convoy trasgresor seguramente ya estaba al tanto de que cruzarían por allí los reporteros de medios locales y nacionales. De ser así la cuestión a dilucidar es qué sentido o significancia quisieron darle a las imágenes que los muestran apoderados de un cruce de la carretera que supervisaría López Obrador. ¿Buscaban enfatizar la evidencia de sus dominios o lo hicieron, por petición o acomedimiento, para abonar a la seguridad de la visita de Estado?

Si bien es cierto que las comunidades serranas se componen en su mayoría por ciudadanos que luchan a diario por el sustento ilícito, también es verdad que desde la década de los setenta la estrategia de seguridad en la delta Sinaloa-Chihuahua-Durango está a cargo del narcotráfico. Imposible que algo suceda, que alguien la penetre y que un político pase sin la autorización tácita o sigilosa del Cártel de Sinaloa. Ninguna fuerza pública ni operación militar ha logrado en medio siglo que esta realidad cambie.

Esto siempre ha sido así, aunque de distintas maneras. En ocasiones los visitantes foráneos obstruyen el paso con sogas y cables, utilizando a niños y mujeres con la supervisión de adultos que observan desde colinas cercanas y pretextando que piden cooperación para reparar los caminos. Cuando los vehículos se detienen los rodean y les hacen una minuciosa inspección visual, luego los recaudadores reciben las monedas y con un aparato de radio informan las características de los intrusos y medios de transporte.

Otro método consiste en que las cuatrimotos a toda velocidad alcanzan a las camionetas de foráneos y se emparejan para otear lo que transportan, la apariencia de los ocupantes y registro de las placas de circulación, apoyados con tecnología de detección de armas. En el menor de los casos los informantes del Cártel proceden como lo hicieron el viernes 27 de mayo en la carretera Badiraguato-Guadalupe y Calvo, al colocar una barricada con ponchallantas, hombres armados, vehículos todoterreno e interrogatorios, pemitiéndoles que previa identificación siguieran el trayecto hacia el poblado Ojuelos, Municipio de Guadalupe y Calvo, Chihuahua, donde López Obrador puso en marcha la Tercera Jornada Nacional de Siembra del Programa Sembrando Vida.

De ninguna manera el Gobierno Federal debe minimizar este episodio de inseguridad para los periodistas que seguían la agenda del Presidente. Estuvieron en riesgo, sin duda, y por obra providencial el grupo armado se concretó a cumplir el propósito de resguardar la montaña para los fines del narco, sin distintas pretensiones. Cualquier descuido o mal manejo de la tensión por las partes involucradas habría terminado con otra evidencia de que los sicarios se asumen dueños, desde los setentas del siglo pasado, de esta tierra que creen sin ley.

Y no es solamente la prensa la que enfrenta esta especie de narcogarita. Por lo fácil que resulta elucubrar la complicidad de toda la gente de la sierra en la protección de los capos de los cárteles, pasamos por alto los desplazamientos de habitantes que huyen a la costa escapando de tal yugo, las masacres de familias enteras que se resisten a la esclavitud decretada por las mafias y la resistencia de quienes anteponen el arraigo al terruño ante el miedo al destierro. Así viven en la Sierra Madre Occidental y no es que se hayan acostumbrado sino porque carecen de opciones.

Siendo de pólvora la pared,

Y de narcoimperio la intención,

Lo supo toda toda la red,

Sin muro alguno de contención.

Hablando de cosas reconfortantes, la periodista Raquel Zapien Osuna logró la hazaña de sacar a relucir en un exitoso evento el tema ecológico con enfoque costero que, dice con sobrada razón, poca prioridad recibe en las políticas públicas federales, estatales y municipales. Con motivo del tercer aniversario de “Son Playas”, el medio de comunicación independiente con temática ambiental que ella dirige, montó el sábado toda una revolución alusiva en el Museo de Arte de Mazatlán. ¿Cómo hizo lo que el gobierno poco hace? “Juntando a todos los que quieren ayudar con los que necesitan ayudar”, explica.