El niño sicario
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iliana_pr@hotmail.com
Las calles han sido tu escuela
y el vandalismo tu vida.
Pasaste hambres y tristezas,
la mafia ahora es tu familia.
Calibre 50, “El Niño Sicario”.
Estas son estrofas de la canción “El Niño Sicario” (2012) del grupo Calibre 50, esos mismos que amenizaron de manera altruista el último festejo institucional de los policías estatales, y que han sido reconocidos como representantes del llamado “movimiento alterado”. A decir de ellos mismos: son “la nueva generación del corrido” y “los que mandan ahora”.
Aunque este tipo de música ha sido muy criticada por exaltar la figura y peripecias de los narcotraficantes, sobre todo entre los jóvenes, debemos además reconocer que sus letras dan cuenta, como casi ningún otro documento, de una realidad que pocos estamos dispuestos a observar. Además, en el caso de este grupo, en ocasiones incluyen la moraleja característica de los corridos clásicos.
Respecto a los niños sicarios se ha escrito poco en México. Antes de iniciar la administración de AMLO su equipo de transición declaró ante la prensa que tenían detectados 460 mil menores que participaban con el narco, incluso Durazo mencionó que estaban “armados hasta los dientes”. Y aunque nunca se aclaró la fuente de estas aseveraciones, algunas organizaciones han confirmado la presencia de un creciente número de menores que se integran en este espiral de violencias: La CIDH identifica a 30 mil niños y adolescentes, y la REDIM a 4 mil niños de 7 a 19 años que desde el 2007 han sido detenidos por cometer delitos relacionados con el narco.
Algunos de estos niños son “halcones” (como señala Durazo), otros distribuyen drogas, pero otros más son entrenados como sicarios: asesinos a sueldo que por ser menores de edad obtienen condenas poco severas, en caso de ser capturados, y su paga incluso puede ser menor. Como en el caso de “Juanito Pistolas” que inició a los 13 como sicario y murió abatido a los 16 (cuya historia publicó el jueves Noroeste), tienen una participación breve en el narcotráfico, pero son a fin de cuentas fichas reemplazables para los grupos del crimen.
La historia de Juanito nos hizo cuestionarnos qué lleva a un niño a convertirse en asesino. La canción en rap “El Chikitin, tercera versión” (El Makabélico, 2017) cuenta que Juanito inició a los 9 años distribuyendo “meca” en su escuela; cuando entró a la secundaria “todo lo que quería lo compraba”, se había convertido en halcón y crecía su prestigio porque ya “había agarrado la maña”. Poco tiempo después fue reclutado por los Zetas como asesino, a decir del corrido, “comenzó la batalla”, le dieron adiestramiento. Era uno de los más crueles, y el rap narra sus tétricas hazañas (El Comandante Chikitin 2.5, el Makabélico) “si tengo compasión, pero me pongo bien macizo (…) antes de meterles plomo primero los descuartizo (…) primero te los torturo, me gusta verlos sufrir. Les tomo foto…”.
Los medios también le tomaron fotos al Chikitin. Algunos expusieron en sus páginas su cuerpo decapitado sosteniendo aún con orgullo el arma. Las imágenes impresionaron a la opinión pública de momento, pero la historia de Juanito pasará, como pasan muchas otras y los niños sicarios volverán a la lista de todo aquello que no queremos recordar, pero que existe.
Calibre 50 nos lo ha estado contando desde el 2012; los niños sicarios son resultado del abandono y la indiferencia. Y así, termina su corrido con un consejo:
En la mafia hay dos cosas seguras:
O la cárcel o la muerte.
Por mala suerte encontré la segunda.
Y tan solo tenía 17.