El oportunismo del caso Colosio

Adela Navarro Bello
14 julio 2022

Luis Donaldo Colosio Murrieta era candidato del PRI a la Presidencia de la República cuando lo asesinaron hace 29 años un 23 de marzo de 1994 en Tijuana. Considerando a los menores de 34 años y hasta los 18 años, un total de 35 millones 589 mil 438 electores registrados ante el INE no vivieron la época salinista, ni el caso Colosio, mucho menos sus promesas o compromisos político sociales que con el tiempo se han idealizado. Al menos no de manera directa, es probable que una parte de esos electores conozca a quien fue el primer Secretario de Desarrollo Social del Gobierno federal y ex presidente del PRI de oídas, de sus padres, de testigos, de la lectura de un libro ante el interés de la historia reciente del País, después de todo, el de Colosio es el magnicidio de la época moderna de México.

En aquel entonces el PRI era el partido hegemónico en México, uno años atrás, en 1989, había perdido la primera Gubernatura en su historia, la de Baja California con el candidato panista Ernesto Ruffo Appel, y precisamente cuando Colosio Murrieta era el dirigente nacional del tricolor; cuando la noche de aquellas elecciones locales en el norteño estado pronunciaría la frase que daría inicio a la caída político electoral del PRI: “La tendencia no nos favorece”.

Eran aliados del PRI la mayoría de quienes ocupaban los cargos en las áreas de procuración de justicia y de la administración de la justicia. Aun con ello, cerrar el caso y dar carpetazo a la teoría del complot le tomó al Gobierno de la República cuatro fiscales especiales: Miguel Montes de Oca, Olga Islas de González Mariscal, Pablo Chapa Bezanilla, y el último, Luis Raúl González Pérez, quien posteriormente sería presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, pero que en su calidad de Fiscal publicó una magistral e histórica obra sobre el proceso legal en el asesinato de Colosio, que concluyó con la teoría de un asesino solitario.

Carlos Salinas de Gortari, aparte de Felipe Calderón, claro está, es uno de los más mencionados adversarios del Presidente Andrés Manuel López Obrador, y en la versión popular por muchos años fue el principal sospechoso de un complot para asesinar al candidato.

La realidad es que Mario Aburto Martínez estuvo en Lomas Taurinas, llevaba un arma, le disparó en dos ocasiones a Colosio, y momentos posteriores fue aprehendido por autoridades ahí presentes. En los archivos del semanario Zeta, donde Jesús Blancornelas encabezó las investigaciones periodísticas sobre el magnicidio, existe una fotografía tomada por René Blanco Villalón, hoy codirector del semanario, en el momento justo que Aburto fue sometido. Su cara se le aprecia a la perfección.

Esa imagen la llevó consigo Blancornelas cuando en 1994 fue el primer periodista en entrevistar a Aburto en el penal del Altiplano en Almoloya de Juárez, Estado de México. La mostró al detenido a través del cristal que los separó durante el encuentro periodístico, y éste admitió ser él quien aparecía en la imagen.

Escribió Blancornelas sobre aquel encuentro: “Prisionero, habló en libertad. Ni él se contuvo, ni se lo impidieron. Ha sido ésta la primera ocasión que Aburto es entrevistado por Zeta, antes que ningún otro periódico, televisión o radio, luego de haber disparado a la cabeza del candidato presidencial priista, Luis Donaldo Colosio, el 23 de marzo por la tarde en Lomas Taurinas de Tijuana. Si de eso no hay duda, Mario Aburto despeja otras: Es el mismo hombre que disparó, fue capturado y está encarcelado, según lo reconoció observando una foto de César René Blanco Villalón, publicada por Zeta, primero disparó a la cabeza y luego, cuando le querían quitar el arma, cuando forcejeaba, ya estando Colosio herido en el suelo, dio el otro balazo. Zeta logró la entrevista luego de varias gestiones y en la prisión se realizó en el locutorio número dos, después de traspasar las más intensas e impresionantes medidas de seguridad. La plática duró casi 45 minutos y fue atestiguada por funcionarios del penal, de la Secretaría de Gobernación y la Procuraduría General de la República”.

De hecho, años después, Aburto participó en una reconstrucción de los hechos (hay evidencia fotográfica), donde explicó con detalle cómo fue que disparó al candidato del PRI. Al periodista y director de Zeta le dijo que él era responsable del magnicidio, pero que había sido un accidente. Elaboró para explicarse:

“...Cuando saqué yo el arma iba a disparar a los pies y pasó la persona, entonces el arma no, no, no la disparé a los pies, entonces quise levantar el arma, este... En eso, cuando la levanté me tropecé y al tropezar fue como sucedió el accidente, a lo que yo siempre he dicho: eso fue un accidente, como yo lo pude ya, este... demostrar, ¿no?, que fue un accidente, nada más que no quieren aceptarlo así, porque ya esto lo quieren manejar a su antojo de ellos. Ahora parece ser que quieren hacer una, este... con fines políticos esto, o que estaba premeditado que no sé qué tantas cosas. Eso fue un accidente, como yo una y otra vez les he dicho, porque incluso en mi pie derecho aparecen las señas del tropiezo. Incluso de que una persona me golpeó en el pie derecho al instante en que tropecé, entonces fue como se accionó el arma, pero el brazo bien extendido, estaba extendido cuando tropecé, entonces fue así como sucedió el accidente... Yo desde el primer momento acepté mis responsabilidades, del accidente, dije, yo soy responsable de este accidente y como tal quiero pagarlo, pero que se haga una verdadera justicia, señor. Que demuestren no nada más a la nación, a todo, a todo el mundo, de que hay justicia en México, porque hasta ahorita no se ha demostrado”.

En 2004, después de un juicio de amparo, Aburto fue sentenciado a 45 años de prisión. No solicitó, como le correspondía transcurridos 20 años privado de su libertad, recuperarla. Pero a la entrada del gobierno de Morena, encabezado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, el tema de Mario Aburto volvió a cobrar relevancia. No es gratuito. El Mandatario nacional culpa de muchas de las tragedias de México al ex Presidente Carlos Salinas de Gortari, que se ha convertido, junto con Felipe Calderón, y ahora a través de la UIF y la FGR, Enrique Peña Nieto, en sus banderas políticas contra el pasado neoliberal, conservador, como él llama a esa época de gobierno en México.

López Obrador instruyó a su primera Secretaria de Gobernación, la Senadora Olga Sánchez Cordero, que atendiera a la familia de Mario Aburto y analizara la reapertura del caso, pero no hubo pruebas supervivientes y hasta ahí llegó el asunto. Hasta que el magnicidio le fue encomendado a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que titula Rosario Piedra, sucesora precisamente, del ex Fiscal especial para el caso Colosio, Luis Raúl González Pérez.

Entonces Mario Aburto Martínez cambió su versión. Alegó tortura para confesar el crimen, y fallas en el debido proceso, elementos que la CNDH de Piedra consideró para elaborar al respecto, y ahora que el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, ha decidido reabrir el caso (lo que no pudo hacer, a petición del Presidente, Olga Sánchez Cordero), ha solicitado a la CNDH todas las quejas y denuncias de Aburto y de su familia.

Veintinueve años después, con un asesino confeso, con centenares de análisis, pruebas, evidencias, testimonios, reconstrucciones y otros documentos y herramientas ministeriales y judiciales, es el gobierno de Morena el que ordena la reapertura del magnicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Es evidente que hay un trasfondo político, el mismo que se utiliza para que la misma FGR de la mano de la UIF informe el titular de esta última en Palacio Nacional, que la Fiscalía inició una carpeta de investigación contra el ex Presidente Enrique Peña Nieto, por la obtención irregular de 26 millones de pesos.

El caso Colosio marcó al Presidente Carlos Salinas de Gortari, el de Odebrecht y el de Ayotzinapa a Enrique Peña Nieto, pero estos dos últimos no son de tanta relevancia político electoral como para que el Gobierno de la República ordene se haga justicia y se ejerza el Estado de Derecho, no, le gustó el único donde hay una persona sentenciada y el caso está cerrado, el del asesinato de Colosio. El problema es que la utilización política con la reapertura de este expediente podría poner en libertad a quien confesó, a las autoridades primero, al periodista Jesús Blancornelas después, y ante las reconstrucciones de los hechos posteriormente, haber asesinado a Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Ahora sí que el Gobierno de la República y la Fiscalía General de la República están recurriendo “a la justicia” contra políticos y ex presidentes, el año previo a la elección en el Estado de México, la joya de la corona electoral mexicana, con sus 12.5 millones de electores. Es el oportunismo, vaya, de un magnicidio rumbo al 2024

PD. Por cierto, a quien también beneficia esta reapertura del caso es al hijo del político priista, Luis Donaldo Colosio Riojas, Presidente Municipal de Monterrey, destacado miembro de Movimiento Ciudadano, y por apellido, en los primeros sitios de las encuestas de presidenciables al 2024. Recorrer de nueva cuenta el asesinato de su padre, le permitirá idealizar más su agenda política.