El pequeño Napoleón
El primer Presidente de un país en llegar al poder por elecciones y luego volverse Emperador absoluto fue Luis Napoleón Bonaparte.
Poco antes de que terminara su Presidencia, dio el golpe de estado que lo dejó en el poder de 1852 hasta 1870, cuando lo perdió todo al ser derrotado por un país que apenas nacía como uno solo: Alemania.
Sobrino del gran corso, era hijo de Luis, el hermano menor de Napoleón I y Hortensia Eugenia de Beauharnais, hijastra de su tío, a raíz del matrimonio con Josefina.
Como Napoleón no tuvo hijos con esa primera esposa ya grande y viuda -sus cuñadas Bonaparte le decían “la vieja”- se dio el privilegio de casar al hijo de su hermano más chico con una de sus hijastras y darle continuidad al trono.
Aunque más tarde Napoleón I tuvo un hijo con una Princesa austriaca, dicho niño vivió prácticamente secuestrado en aquella corte y murió joven y aburrido. Iba a ser Rey de Roma y con ese apodo le decían con sorna a sus espaldas, además de “El aguilucho”.
¿Cómo enfocar ese momento? ¿Cómo entender esa época? A los mexicanos nos gusta engrandecernos haciendo más grandes a nuestros enemigos y nos fascina decir que derrotamos a Napoleón III y al primer ejército del mundo.
Claro, ese 5 de mayo las armas nacionales se cubrieron de gloria, a pesar de ser un país dividido. El telegrama de Zaragoza decía esa frase, pero nos han ocultado el resto: “ya acabé con los invasores, ahora voy voltear los cañones y darle a los poblanos”
Otros comentaristas, menos afectos a esos excesos o simplemente extranjeros, le llaman Luis Napoleón, con omisión a ese tercero dinástico, como recordándole al mundo que tan sólo era un sobrino privilegiado del artillero corso.
Napoleon Bonaparte llegó al poder luego de un golpe de estado que hizo el día 18 del mes Brumario, en el antiguo calendario revolucionario, y se volvió Emperador de Francia y azote de Europa, ya tenía el cargo de primer cónsul, pero mucho del poder real.
Su sobrino, Luis Bonaparte, ya en la Francia de 1851 siguió su ejemplo siendo Presidente electo y formando su segundo imperio.
Victor Hugo le bautizó “Napoleón El Pequeño”, pero según Marx, terminó engrandeciéndolo al ponerlo como líder de una revolución donde él solo, gracias a su apellido, supo estar en la cresta.
Hasta le dedicó un libro titulado “El 18 brumario de Luis Bonaparte”. He aquí la frase inicial: La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa.
En realidad, Luis Napoleón, el tercero de su casa real, tuvo dotes políticas, habilidades diplomáticas y varias de sus acciones engrandecieron a esa Francia maltrecha que se volvió digna de imitar en el Siglo 19.
La engrandecieron físicamente, porque al apoyar la lucha por la unificación de Italia contra el poderío austríaco, logró recuperar las provincias perdidas de Saboya y Niza.
José Garibaldi, el campeón militar en unir a todas esa pequeñas ciudades estado que desde la Edad Media eran reinos combatientes, era nacido en Niza, ciudad tan azul como el anís que se sirve en sus terrazas frente al Mediterráneo.
Pero ese apoyo tuvo dos costos de sangre: el más fuerte e inmediato fue la gran batalla de Solferino en 1859, donde la artillería francesa decidió el combate contra los austriacos después de nueve horas tan atroces que murieron más de 20 mil soldados de ambos bandos.
Esa masacre provocó que uno de sus testigos, el empresario suizo Henri Dunant, fundase las bases de la Cruz Roja Internacional.
Dunant estaba ahí porque le urgía ver a Napoleón III para cerrar unos negocios en la Argelia ocupada por Francia, ya que no había autorización completa del uso de agua de unos molinos, por lo que se trasladó a su campamento y, de paso, entregarle un libro que publicó antes en alabanza sincera a dicho gobernante.
Y es que en ese momento era admirado. Por haber vivido años en el exilio en Inglaterra, Luis Napoleón desarrolló empatía hacia ellos y mejoró la deteriorada relación entre las dos potencias, que seguían en pugna... varios siglos después de la medieval Guerra de los Cien Años.
Para armar una paz duradera con Austria, le dio un gran regalo que se volvió un desastre: invitó al Príncipe heredero a venirse a gobernar a México. Y luego perdió una guerra con Alemania,
Por esos errores, a pesar de sus grandes aciertos como volver a París la Ciudad Luz, la historia no le reconoce su gloria. Quedó como Napoleón El Pequeño y murió olvidado en Inglaterra.
Hay que saber retirarse a tiempo de la escena política.
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