El Sinaloa que no queremos

16 mayo 2017

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Joel Díaz Fonseca

A paso de tortuga iba un tipo en un carro viejo que echaba cantidades industriales de humo por el escape. Decenas de vehículos mejor dotados que el suyo lo rebasaban, uno tras otro, por la izquierda y por la derecha. Sin embargo, insistía a quienes viajaban con él en el trasto viejo, que nadie lo rebasaba.
Este es más o menos el escenario en Sinaloa. La criminalidad se encuentra en niveles nunca vistos, y el Gobernador insiste en que la delincuencia no ha rebasado a su gobierno, que todo está bajo control.
Sí, bajo control, como dijo un periodista hace años. Bajo control, pero del enemigo, porque en lugar de mejorar, la situación en Sinaloa en materia de seguridad pública está cada vez peor y no hay indicios de que pueda haber un cambio pronto.
Tres maestros asesinados en Concordia el jueves 4; un día después dos mujeres resultan heridas al quedar atrapadas en un tiroteo entre delincuentes y policías cuando viajaban de Costa Rica a Culiacán; el sábado 6 mueren asesinadas 14 personas en diversos hechos en Culiacán y Navolato, entre ellas un joven comerciante, victimado cuando trataba de recuperar un camión de volteo que le habían robado.
Los hechos siguen. Este viernes fue asesinado en Mazatlán el abogado Miguel Ángel Sánchez Morán y fueron victimados dos maestros más, uno en Culiacán y otro en Guasave. El sábado fueron asesinados, en una concurrida avenida de Mazatlán, tres jóvenes.
Y antier fue asesinado en Culiacán el periodista Javier Valdez, cuando llegaba al semanario Río doce, para el que trabajaba.
¿Eso es tener la situación bajo control? ¿Cuántos crímenes más tienen qué ocurrir para que el gobierno acepte que Sinaloa es una zona de guerra, y que como en toda guerra están cayendo muchos inocentes?
¿No puede hablar con la verdad? El atole con el dedo es una medicina que ya no nos tragamos.
Las cifras son un mentís al optimismo del Gobernador. En los primeros cuatro meses Sinaloa registró un incremento del 61 por ciento en el número de homicidios. El Estado no había tenido un inicio de sexenio con índices de violencia tan altos.
Al duro reclamo de los maestros de Escuinapa y de Concordia exigiendo justicia para sus compañeros victimados el jueves 4, se une la no menos exigente demanda de los abogados urgiendo al Gobierno del Estado a que sea esclarecido el asesinato de Sánchez Morán, como ahora demanda justicia el gremio periodístico por el asesinato de Javier Valdez y garantías para su trabajo.
La verdad es que es una absoluta falta de respeto para las víctimas y sus familias que las autoridades insistan en que todo está bien en Sinaloa, que lo que se está haciendo en materia de seguridad es lo correcto.
El sábado el Gobernador anunció la llegada de más policías federales para reforzar los operativos contra la delincuencia.
“Nada es suficiente, nada va a resolver todo, pero... en todo ayuda tener más elementos, que ahorita no tenemos, por eso ha sido muy importante el apoyo de la Policía Militar”, dijo.
Y sin mencionarlo, responsabilizó al gobierno de Mario López Valdez de haberle dejado desmantelado el aparato de seguridad pública:
“La ciudadanía sabe. A ver, no es discurso de siempre, se está actuando, y estamos invirtiendo, porque tenemos policías desmanteladas, primero que nada; ahí está la falta de equipamiento, por eso estamos invirtiendo en equipo, estamos adquiriendo patrullas”.
Pero como muchas personas, insisto en que lo que se requiere para abatir la delincuencia no son más armas ni más policías y soldados, dando palos de ciego, sino un verdadero trabajo de inteligencia para ubicar a los grupos delictivos, y contar con grupos policiacos de élite que se muevan rápida y sigilosamente para dar golpes certeros a las células del crimen organizado.
¿De qué han servido tantos rondines, cada vez más nutridos de patrullas y policías? No han inhibido la criminalidad, incluso cada vez más personas inocentes caen víctimas de las balas, disparadas lo mismo por los delincuentes que por los cuerpos del orden.
Y decir que fueron alcanzados por las balas porque se encontraban en el lugar y la hora equivocados es una insensatez y una grosería. ¿Acaso quieren las autoridades que nadie salga a la calle, que todos se queden encerrados en sus casas, cuando eso es precisamente lo que quieren los delincuentes?
Un lugar donde no se puede ir al trabajo sin sobresaltos, ni salir a pasear con la familia y obligados a mantener bajo llave a nuestros hijos, no es el Sinaloa que queremos.
jdiaz@noroeste.com