El susurro de Mongolia

Rodolfo Díaz Fonseca
30 agosto 2025

En 1965, Omar Sharif protagonizó un colosal elenco cinematográfico para escenificar la película “Genghis Khan”, quien unió a las tribus mongolas y dominó gran parte de Asia. El filme, rodado en la antigua Yugoslavia con apoyo del Mariscal Tito, fue un fracaso y no alcanzó el éxito de otras superproducciones, como Los Diez Mandamientos, Espartaco, Ben Hur o El Cid.

La música del compositor Yugoslavo, Dusan Radic, obedeció a los grandes filmes sonoros de la época, mezclando escenas románticas y reproduciendo el sonido oriental desde el punto de vista occidental. No obstante, la narración es ligera y presenta la historia del guerrero Temujin que unió a todas las tribus mongolas. Sin embargo, en mis recuerdos de niñez, sigo asociando más la figura de Yul Bryner, quien en 1962 estelarizó Taras Bulba, con la de Genghis Khan.

Estas remembranzas vinieron a mi mente, al leer la narración de Javier Cercas, en su viaje a Mongolia. El escritor español subrayó que la mejor síntesis geofísica de Mongolia la escribió su primer cardenal, Giorgio Marengo, titulada poéticamente: “Susurrar el Evangelio en la tierra del eterno cielo azul”.

Marengo describió el clima extremo y la aridez del suelo, que permite solamente un pastoreo itinerante con un paisaje yermo y deshabitado, razón que explica el fenómeno del nomadismo. En esas condiciones, el impacto transformador de la actividad humana sobre el territorio es mínimo.

El concepto de susurro me remitió al título de otra película: “Gritos y susurros”, de Ingmar Bergman, clásico de la filmografía. Sin embargo, prefiero profundizar en el Libro de los Reyes (1 Re 19, 9-13), donde se explicita que Dios no se expresa con fuertes vientos ni con violentos terremotos, sino con sutiles susurros para suscitar la cercanía amorosa y la escucha reverente.

¿Escucho el susurro?