El tercer
hombre

Guillermo Fárber
02 agosto 2023

Hace como 50 o 60 años vi esta célebre película. Para variar, no la aprecié entonces. Es la narración genial y oscura (ahora coloreada, aunque su único Óscar fue para la fotografía en blanco y negro) de la Viena de la posguerra en 1946: premonición del caos moral y social que pronto devorará al planeta entero después de una guerra peor que la WWII (mi amigo Rodolfo dirá que esa es otra de mis habituales visiones catastrofistas). El corrupto y amoral protagonista, Orson Welles, aparece y dice sus primeras palabras en el minuto 76.

https://www.youtube.com/watch?v=BEZzs-8--Es&list=TLPQMjEwNzIwMjNUo34EBN72JA&index=4

https://www.youtube.com/watch?v=UcfrHVrNLK0

El tercer hombre (The Third Man) es una película británica de cine negro estrenada en 1949 dirigida por Carol Reed. Está protagonizada por Joseph Cotten, Orson Welles y Alida Valli. Es considerada una obra maestra: siempre ha figurado entre las cinco primeras en las listas de mejores películas británicas de todos los tiempos.

Aunque desde el primer momento le propusieron escribir el guion de una película ambientada en la Viena de posguerra, con la firme presencia de las cuatro potencias ocupantes, Graham Greene optó por escribir previamente la trama en forma de novela. Aquél era el único modo, aseguraba, de poder planificar el guion, el cual sería posteriormente elaborado por el propio novelista y por el productor, Alexander Korda. Greene siempre defendió que la versión de la película era mucho mejor que la del libro (incluido el final, que es distinto), lo cual no impidió que éste fuera editado de todas maneras y se convirtiera en un clásico.

El contrabando de penicilina diluida en Viena se inspiraba en hechos reales conocidos por Graham Greene a través del espía vienés Peter Smollett:

La historia del tráfico de penicilina se basaba en una sórdida verdad, tanto más sórdida cuanto que muchos de los traficantes eran inocentes, a diferencia de Lime. Un cirujano a quien yo conocía llevó a dos amigos a ver la película y le sorprendió que les deprimiera un film que a él le había divertido. Ellos le contaron que, al final de la guerra, cuando estaban con la Royal Air Force en Viena, ambos habían traficado con penicilina. Nunca se les habían ocurrido las consecuencias de aquella ratería hasta que vieron en la película la escena del hospital de niños, en el que se usaba penicilina aguada.

El guion del escritor existencial Greene pergeña magistralmente la amoralidad del oculto personaje principal, Harry Lime, tras el derrumbe del idealismo que supuso la II Guerra Mundial: «Hoy en día nadie piensa en términos de seres humanos; los gobiernos no lo hacen ¿por qué nosotros sí? Hablan del pueblo y del proletariado, y yo de los tontos y los peleles, que viene a ser lo mismo; ellos tienen sus planes quinquenales, yo también». El aporte de Orson Welles al conjunto de la película parece evidente. Welles, que tenía problemas con sus producciones en Hollywood, decidió dar el salto a Europa, donde dirigió y colaboró en varios proyectos, entre ellos este filme de Carol Reed. Su primera aparición en pantalla (el movimiento de una lámpara que muestra a Harry Lime ante la sorprendida cara de Cotten) ha sido considerada como la mejor presentación de un personaje en un filme (hasta la de Omar Sharif en Lawrence de Arabia). Destacan además rasgos expresionistas como los planos holandeses, el plano secuencia del final y las escenas de la noria y de la persecución subterránea por las alcantarillas de Viena, igualmente memorables. También es suya una aportación al guion; hacía falta una frase para concluir la escena de la noria, y Orson Welles se acordó de algo que había leído:

Recuerdo que en Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo guerras, matanzas, asesinatos... Pero también Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj cucú!

Fue rodada en London Film Studios (Shepperton). Los exteriores se rodaron en Austria.

La música de Anton Karas, interpretada por él mismo en cítara, fue un éxito y llegó a los primeros lugares en 1950.

También es de destacar la fotografía en blanco y negro y los exteriores seleccionados, que muestran diversas facetas de la ciudad de Viena, como las cloacas vienesas, marco de la famosa escena de la persecución final”.