El termómetro social

Rodolfo Díaz Fonseca
20 noviembre 2019

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rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf

 

Es saludable escuchar las opiniones y consejos de los demás sobre nuestra vida; sin embargo, hay personas que se rigen exclusivamente por los comentarios vertidos sobre ellas, de manera que ajustan su obrar de acuerdo al proceder que aprueba el termómetro social. Al actuar así, su vida se convierte en un teatro, endosan un disfraz y su personalidad se vuelve una fachada.

Las opiniones sociales son, por lo general, inexactas e interesadas. Las críticas de la gente son superficiales y pasajeras. El verdadero árbitro de nuestra vida debe ser la conciencia, siempre y cuando sea recta y bien formada.

Los elogios y palabras grandilocuentes afloran rápidamente cuando los demás sienten que pueden obtener algún beneficio al acercarse a determinada persona; en caso contrario, los comentarios serán desastrosos y mortíferos.

No debemos olvidar que cuando un árbol produce frutos es cuando recibe más pedradas. Empero, lo importante es resistir y asimilar esos ataques. Resulta difícil nadar contra corriente pero es la única manera de ser auténtico; como dijo Malcom Muggeridge, solamente los peces muertos nadan con la corriente.

Por otra parte, hay que tener presente que las críticas normalmente provienen de las personas menos sabias y valiosas. El escritor francés Jules Romains lo sintetizó así: “La gente inteligente habla de ideas, la gente común habla de cosas, la gente mediocre habla de gente”.

Si alguien actúa de acuerdo a su conciencia no debe importarle lo que diga la gente. Es más, debe incluso anticipar que se topará con personas de baja estofa y ralea, según aconsejó Marco Aurelio en sus Meditaciones: “Todas las mañanas recuerda repasar esta cuenta: hoy tropezaré con al menos un fisgón, con un ingrato, con un provocativo, con un doloso, con un envidioso y con un intratable”.

¿Me rige el termómetro social?