Energía oscura y el final del universo
El origen y el final del universo han sido motivo de interés desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, solo en las últimas décadas la física ha comenzado a revelar parte de este misterio.
Una teoría cosmológica reciente arroja luz sobre este enigma y nos presenta a dos protagonistas fundamentales: la materia oscura y la energía oscura. Ambas están estrechamente ligadas a la expansión y evolución del universo, que tarde o temprano nos conducirá a su inevitable final.
En esta ocasión presentamos una breve explicación del papel de estos dos elementos en la historia del cosmos.
Por un lado, para comprender mejor una de las grandes preguntas de la humanidad; por otro, para reflexionar sobre nuestro lugar en un universo en constante transformación.
La materia oscura sostiene la estabilidad entre las galaxias. Puede imaginarse como un tejido invisible que mantiene unidas las estructuras cósmicas a través de su influencia gravitacional. Aunque no emite ni refleja luz, su presencia se deduce por los efectos que ejerce sobre la materia visible.
La diferencia entre la materia visible (la que forma planetas, estrellas u objetos cotidianos) con la materia oscura es total. La primera es perceptible, la segunda no.
Sorprendentemente, la materia visible representa solo el 5 por ciento de la composición del universo. El resto está constituido por materia oscura y energía oscura, componentes que determinan su destino.
La energía oscura, en particular, actúa en escalas mucho mayores que las galácticas y es responsable de la aceleración de la expansión cósmica. Pese a su nombre, no es una fuerza oculta, sino una propiedad del espacio mismo, cuya presión negativa hace que éste se expanda cada vez más rápido.
Podemos imaginar el universo como un globo que se infla, no porque tenga límites que se expandan hacia afuera, sino porque el propio espacio se estira en todas direcciones.
En este símil, la energía oscura equivale a la presión interna que impulsa esa expansión acelerada. A diferencia del globo, el universo no tiene un borde ni un exterior, y podría continuar expandiéndose indefinidamente.
El destino del universo dependerá de cómo evolucione la energía oscura con el tiempo. Si su intensidad aumenta, se desintegrará en un desmembramiento inevitable; si disminuye, el cosmos se enfriará lentamente hasta un gran congelamiento.
Si la energía oscura crece sin límite, el universo enfrentará el Big Rip (gran desmembramiento). Toda estructura, desde las galaxias hasta los átomos, se desintegrará. Esto ocurriría dentro de unos 20 a 30 mil millones de años, mucho después de los 13.7 mil millones de años transcurridos desde su origen.
Hagamos un paréntesis. Nos encontramos nuevamente ante una variante del efecto Lindy, del que hablábamos antes. Al observar un fenómeno en un momento aleatorio, es probable que estemos justo a la mitad de su existencia.
Volviendo al tema. Si, en cambio, la expansión continúa acelerándose pero de forma estable, el universo llegará al Big Freeze (gran congelamiento). Todo se volverá cada vez más distante y frío.
Las galaxias se alejarán hasta desaparecer del horizonte observable, las estrellas se apagarán y el cosmos quedará sumido en una oscuridad absoluta. Este destino se proyecta en escalas de tiempo que superan por miles de veces la edad actual del universo.
Asimismo, un cambio súbito en la naturaleza de la energía oscura, conocido como transición de fase, podría liberar una enorme cantidad de energía, generando repentinamente una burbuja en expansión que destruiría el universo actual, pero daría origen a uno nuevo, como se piensa que ocurrio con en el Big Bang.
Aunque solemos pensar que nuestra vida transcurre en ciclos repetitivos, la realidad es distinta. La Tierra, el Sol y nuestra galaxia se desplazan constantemente a través de la materia oscura, trazando trayectorias únicas que jamás se repiten. Nunca volveremos a ocupar el mismo punto del espacio-tiempo. Todo cambia, siempre hacia adelante, inexorablemente hacia el futuro.
Esta perspectiva cósmica invita a reflexionar. Cada día, cada instante, representa una oportunidad irrepetible para seguir avanzando. Así como el universo se expande y evoluciona, nosotros también debemos crecer y transformarnos.
En estos tiempos de incertidumbre, conviene detenernos y dimensionar nuestra existencia frente a la inmensidad del firmamento. Los problemas cotidianos, vistos a esta escala, son apenas pequeñas eventualidades en un escenario mucho mayor.
Mirar desde la escala del cosmos nos ayuda a comprender la dimensión de nuestra existencia. Seguimos aquí, respirando y buscando lo mejor para nosotros y quienes amamos. Tal vez, en esa perseverancia silenciosa, compartimos con el universo su impulso más profundo, continuar su viaje infinito.