Entre deportes y deportaciones

Rodolfo Díaz Fonseca
31 enero 2017

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Desde la antigüedad, el ser humano organizó competencias para ejercitar su cuerpo y nutrir su espíritu, de acuerdo al ideal expresado por Juvenal: “mente sana en cuerpo sano”.
 
Los primeros juegos olímpicos se realizaron en el año 776 antes de Cristo, pero dejaron de practicarse muchos siglos. Los juegos olímpicos modernos se comenzaron a celebrar en Olimpia, Grecia, en 1892.
 
El deporte no solamente sirve a la persona que lo practica en cuanto que fortalece su cuerpo, disciplina su voluntad y enaltece su espíritu. Otra gran ventaja es que permite que la competencia se convierta en un espectáculo, de manera que quienes asistan puedan disfrutarlo enormemente.
 
Quienes gustan del beisbol están frotándose las manos porque hoy comenzarán los juegos de la Serie del Caribe, en el estadio de los Tomateros pero con el equipo base de Águilas de Mexicali, que es la oncena que representa a México.
 
De igual forma, los aficionados del futbol americano aguardan con expectación el duelo que escenificarán el domingo los equipos de los Patriotas de Nueva Inglaterra y Halcones de Atlanta, al celebrarse en Houston el Súper Tazón en su edición número 51.
 
Estos espectáculos deportivos son positivos porque propician muchas emociones, reuniones y esparcimiento. Sin embargo, hay que evitar que se conviertan en distractores y columnas de humo para desviar la atención de temas torales y trascendentales, como los del llamado “gasolinazo” y la política xenófoba y excluyente del gobierno de Donald Trump.
 
Curiosamente, las palabras deporte y deportación tienen la misma raíz -deportare-, que significa sacar algo, alejarlo de la ciudad. Como para practicar el deporte era necesario salir al campo y respirar aire fresco se le dio el mismo nombre que se usaba para deportar a alguien.
 
¿Los deportes, me evaden y deportan de la realidad?
 
rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf