¿Entusiasmo o euforia?
26 febrero 2019
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El ser humano busca más la alegría fácil que la profunda; la carcajada sonora a la sonrisa comprensiva. Persigue el torbellino que desborde, no el oasis que interiorice; el trueno que aturda y no el relámpago que ilumine.
Con el fin de semana llega la euforia, la energía desbordante, la sensación de bienestar, el placer de comer, de tomar y de vivir. Es tiempo de relax, de distracción y de reposo.
La euforia, etimológicamente, significa fuerza, brío, bienestar para soportar cualquier cosa. Es un exceso de energía que permite experimentar una emoción positiva. Sin embargo, es una alegría externa y efímera que, incluso, se puede obtener mediante alguna droga.
El entusiasmo, en cambio, admira y cautiva, es algo más profundo. Etimológicamente significa inspiración divina, éxtasis, tener a dios dentro de uno. Es una sensación permanente de alegría, una felicidad interior y motor del comportamiento que no necesita ser estimulada con medicamentos.
Alejandro Rozitchner, en su libro Ganas de vivir, La filosofía del entusiasmo, señaló: “Con el entusiasmo aparece una visión positiva de la vida y del mundo. Una visión entusiasta de la realidad, aquella capaz de afirmar lo real más allá de la presencia de aspectos problemáticos... El entusiasmo es el punto de vista desde el cual es posible dar con una geografía personal de nuestra existencia.
“El entusiasmo es el despertar de la atención, de la excitación frente a la existencia... Es un camino porque implica una evolución, el entusiasmo no está quieto, o uno no lo está cuando lo siente, porque el entusiasmo no es una situación sino un proceso... Sin entusiasmo falta la fuerza de la superación, la oportunidad de crecer”.
El entrenador italiano de futbol, Vincenzo Montella, expresó: “El entusiasmo está bien, la euforia puede ser peligrosa”.
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@rodolfodiazf