¿Envidia
de la buena?
Es común que escuchemos expresiones de que existe una envidia positiva, sana o de la buena; sin embargo, todo queda en un excelente deseo o desafortunado aforismo, pues, en realidad, no se puede hablar de la bondad, o sanidad, de un pecado o vicio, como expresó el psicólogo Jonathan García-Allen: “La envidia sana no existe: lamentablemente, toda envidia causa un malestar y es un perjuicio para lograr nuestros propósitos”.
La envidia es un sentimiento totalmente exagerado y siempre distorsionado, si fuera solamente un deseo o admiración, tal vez encontráramos un estímulo o aliciente para superarnos y tratar de emular o imitar.
Es conocido un famoso cuento zen sobre los envidiosos, el cual dice lo siguiente: “Había un hombre vendiendo cangrejos en la playa. Tenía dos cubos llenos de animales vivos: uno estaba cubierto con una malla y el otro, tapado.
“Una mujer que pasaba por ahí le preguntó: ¿Por qué ha tapado un cubo y el otro no?
“Entonces el vendedor respondió: Porque vendo dos tipos de cangrejos: rojos y negros.
“El cangrejo rojo siempre trata de salir del cubo; cuando no lo consigue, los demás hacen una cadena, se apoyan unos a otros y así todos logran salir, por eso he tenido que ponerles una tapa. Y los cangrejos negros también tratan de escaparse, pero cuando uno intenta saltar, los de más abajo lo agarran y así ninguno escapa”.
La palabra envidia deriva del latín “invidia”, que significa celos, malquerencia, hostilidad, malevolencia y hasta mal de ojo. En el sitio Etimologías de Chile, se recuerda que el poeta Cátulo compuso un poema sobre dos enamorados que se dan miles de besos y, finalmente, revuelven la cifra para no saberla, o para que algún envidioso no les eche un mal de ojo.
¿Soy envidioso?