Equinoccio de primavera

Juan Carlos Rojo Carrascal
21 marzo 2022

Como docente en la Facultad de Arquitectura en la Universidad Autónoma de Sinaloa disfruto mucho impartir las materias referentes a la relación de la arquitectura con el medio ambiente, de hecho, mi primera clase que impartí en la UAS hace 26 años se llamaba Bioclima y Diseño en la Arquitectura. Afortunadamente, las nuevas generaciones de futuros arquitectos cada vez se ven más interesadas en temas ambientales y aparentemente los disfrutan. Nos es fácil convencerles de que tienen que saber de astronomía para ser buenos arquitectos.

Ayer comenzó la primavera, a partir del equinoccio, que no es un día (como generalmente se interpreta) ni una hora, sino un suceso que tiene lugar en un momento exacto con horas, minutos y segundos. Esto acontece cada año entre los días 20 y 21 de marzo (para el caso del equinoccio de primavera) y el 21 y el 23 de septiembre (para el caso del equinoccio de otoño).

Los equinoccios son momentos místicos dignos de grandes ceremonias en nuestro planeta. Es un espacio de tiempo en que, astronómicamente, todos los lugares del planeta tenemos algo en común, un reparto equitativo de luz solar. Todos los lugares ubicados en la zona tropical (entre las líneas de los trópicos de Cáncer y Capricornio) son los que reciben más energía solar, tienen más equidad de clima y gozan de las mejores condiciones atmosféricas para el desarrollo de la vida. Por esta razón las selvas húmedas del planeta se localizan en esta amplia franja cercana al ecuador que la humanidad se empeña constantemente en ultrajar. Estos lugares, aunque siempre amenazados, gracias a las bondades de la energía solar siguen siendo los lugares con mayor biodiversidad del planeta.

En el equinoccio el sol se encuentra afectando de forma perpendicular (directa) en todos los lugares que se ubican sobre la línea del ecuador alrededor de la tierra durante las 24 horas del día. En términos generales, el día en que sucede el equinoccio (este año sucedió el día de ayer 20 de marzo a las 8:33 horas, tiempo Culiacán) empieza la primavera y ese día en todas partes del globo terráqueo, las 24 horas del día completo se distribuyen en 12 horas con luz solar y doce horas sin luz solar. Dicho de otra forma, solo en dos días al año (los equinoccios) se tiene en todas partes del mundo un día con doce horas y una noche con doce horas. Estos dos días el sol sale a las 6 de la mañana y se oculta a las 6 de la tarde.

Además, durante el equinoccio, aunque todos los lugares del mundo reciben exactamente doce horas de luz solar, hay diferencias significativas de un lugar a otro del planeta. Esta diferencia consiste en que a mayor latitud (más cerca de los polos) la inclinación con que los rayos del sol inciden en la tierra es menor (el Sol se levanta menos) y esto hace que el lugar sea menos caliente hasta llegar a ese extraño fenómeno, justo en los polos donde durante los días que sucede el equinoccio el Sol realiza un giro de 360 grados sobre la línea del horizonte, como si rodase en él. En el polo norte, por ejemplo, durante el equinoccio de primavera se tiene un amanecer que dura varios días hasta que se levanta lentamente para comenzar el “día de seis meses” siempre con un Sol de baja inclinación pero que afecta por todos los puntos cardinales mientras que cada día hace un giro completo de 360 grados.

El resto de los días del año, este equilibrio de horas de día y de noche sucede solo en el ecuador. En el resto de los lugares del planeta, cuanto más lejos está un lugar de la línea del ecuador (mayor latitud) más diferencia existe entre la duración del día y la noche.

La duración extrema del día solar se da en otros dos momentos del año: los solsticios. Estos acontecimientos suceden el 21 de junio (comienzo del verano en el hemisferio norte y el invierno en el hemisferio sur) y el 21 de diciembre cuando comienza el invierno en el hemisferio norte y el verano en el hemisferio sur). Estos días comienzan el verano y el invierno de forma simultánea en ambos hemisferios.

Algo maravilloso que sucede en nuestro planeta, es la disposición equilibrada y casi mágica de tener una pequeña inclinación de su eje polar con respecto al plano imaginario de la eclíptica donde gira alrededor del Sol. La tierra tiene una inclinación de 23 grados 27 minutos, y esta leve inclinación combinada con sus movimientos de rotación (sobre su eje polar) y de traslación (alrededor del Sol) hace que existan las estaciones del año, que haya época de secas y época de lluvia, que los pájaros puedan anidar durante la primavera, y las abejas polinizar las flores para que se fertilicen muchos de los frutos que infinidad de animales (incluidos los humanos) convertimos en nuestros alimentos.

Esta permanente inclinación de la Tierra hace que sucedan los cambios de temperatura que a su vez provocan lluvias, niebla, vientos y nos ofrece cientos de ecosistemas óptimos para la vida de millones de especies de flora y de fauna. La repartición de energía solar distribuida en diferentes lugares del planeta también hace que exista gran diversidad de especies. Provoca escenarios casi incoloros en las zonas polares que permiten la sobrevivencia de animales de piel clara tal como Darwin lo estudió. Esto también hace posible, en contraste, los gigantescos árboles en las selvas húmedas que permiten la vida de muchos primates y aves o los imponentes cañones ideales para el majestuoso vuelo de las águilas.

La Tierra y el Sol tienen esa bella complicidad que hace que la vida se desarrolle de la mejor manera posible. Si esto falla y la humanidad se está viendo afectada, definitivamente es porque nosotros algo estamos haciendo mal. Yo simplemente recomiendo a mis alumnos, a los futuros arquitectos, que aprendan a observar la naturaleza, es nuestra mejor maestra, nos da clases gratis todos los días y lo único que debemos hacer es entenderla y atenderla.