Espacio ‘público’ en Culiacán

Juan Carlos Rojo Carrascal
01 mayo 2019

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jccarras@hotmail.com
 
“El espacio público pasó de ser un lugar de uso tradicionalmente socializador donde se favorecía el encuentro, la charla, el intercambio de opiniones, el juego, la compra‐venta, el ocio, la protesta, la construcción de proyectos personales y colectivos para convertirse en la actualidad en el espacio de circulación y aparcamiento de vehículos motorizados”.
JC Dextre y P Avellaneda 
 
Cuando hablamos de espacios públicos en México, hacemos referencia a los parques, las plazas, áreas de recreación en general, pero pocas veces asumimos que el espacio público es mucho más que eso e incluye calles, banquetas, jardines y todo lo que no es privado. Incluso el término se debe expresar en singular: espacio público. Pues no son partes separadas. La importancia del espacio público es que está conectado e integrado en una sola pieza continua, de todos y para todos. Como afirma Noguera “el espacio público en las ciudades es el lugar donde cualquier persona se puede relacionar con otra en igualdad de condiciones, sin importar aspectos físicos, económicos o sociales. Lo configura una red contigua que se extiende en toda el área urbana”.
En mi tesis de doctorado analicé el deterioro del espacio público y su impacto en las áreas destinadas a la socialización y al desarrollo de la accesibilidad en la ciudad de Culiacán. Mi interés por este tema nació al atestiguar la poca importancia -casi desprecio- hacia el espacio público en Culiacán y su impacto en lo social, económico y ambiental.
Es común ver cómo la gente interviene lo que es de todos para interés personal. Se rompen banquetas para convertirlas en rampa de acceso a sus automóviles, se desaparecen árboles, se invaden banquetas (con autos, construcciones, anuncios o portones que abren hacia afuera) etc. Todo ello transgrede al espacio público. Por pequeña que sea la acción, nos hace aliados de este ataque masivo a lo público en Culiacán que se complementa con faraónicas obras públicas dedicadas al automóvil.
La calle perdió su capacidad de incluir actividades de ocio y sociabilidad; sus principales usuarios ahora son los vehículos y no las personas. La calle tradicional se convirtió en vía de circulación. Como afirma Miralles y Cebollada, “el uso longitudinal de la calle es prioritario respecto al transversal”.
Jordi Borja afirma que “el urbanismo se debe organizar a partir de lo público y no de lo privado”. “De lo colectivo y no de lo individual” y que, generalmente, “el espacio público termina siendo un espacio residual entre edificios y vías”.
El espacio público es imagen y es la principal fortaleza de las ciudades. De la calidad del espacio público depende el valor de la ciudad y de su ciudadanía. Debemos asumir el compromiso colectivo y promover que la transformación del espacio público en la ciudad sea la prioridad. Si el espacio público fuese un lugar atractivo para las personas (no para los automóviles), la ciudad fuese más democrática y sociable; y ganaría en economía, medio ambiente, salud y, sobre todo, en seguridad.