Esperanza y optimismo
El ser humano teje miles de fantasías, sueños, deseos, ilusiones y esperanzas. Sin embargo, no todas estas acepciones y conceptos tienen el mismo peso y consistencia. No podemos colocar en el mismo platillo la ilusión y los deseos, que la auténtica y vigorosa esperanza.
No obstante, en varios libros de autoayuda se hace un batido y se mezclan todas estas concepciones, aun cuando difieran notablemente en su especificidad, como subrayó el ensayista y crítico literario británico, Terry Eagleton, en su libro Esperanza sin optimismo.
En esta obra, Eagleton combate las ideas optimistas que proliferan en muchos libros, folletos y propaganda de ingenuos animadores espirituales, sin contar con la base firme y sólida de la reflexiva y comprometida esperanza.
De entrada, sostiene que la confianza del optimista resulta infundada, si no existen buenas razones para suponer que una situación va a terminar bien. Incluso, subraya que el optimismo está más relacionado con la confianza que con la esperanza, pues se basa en la opinión de que todo terminará bien sin el exigente compromiso que implica la esperanza, por lo que podría calificarse a esta postura como “optimismo desadaptativo”, ya que no se reconoce la tozudez de la realidad, aunque tampoco desbarra en el “optimalismo”, en que se considera que ya disfrutamos de lo mejor en todos los órdenes cósmicos (el mejor de los mundos posibles, de Leibniz).
Por tal motivo, Eagleton alienta a fortalecer la auténtica esperanza -que no niega el enorme peso de las dificultades, pero tampoco se encierra detrás de un cristal polarizado que deforme la realidad circundante. Así lo resaltó Yasuaki Yamashita (sobreviviente de la bomba de Nagasaki), durante su conferencia magistral, “Hibakusha”, el miércoles en la Torre Académica de la UAS, a beneficio del programa de Estancia Lupita.
¿Vivo con renovada esperanza?
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