Estrategia colectiva para la paz

Emiliano Terán Bobadilla
30 junio 2025

Las estrategias actuales contra el narcotráfico en Sinaloa han logrado mitigar la violencia. El Gobierno ha incrementado operativos, reforzado la presencia militar, invertido en equipamiento y reaccionado con rapidez ante hechos violentos. Estas acciones son valiosas y necesarias, pero no suficientes por sí solas.

Es momento de superar la idea de que alcanzar la paz social es responsabilidad exclusiva del Estado. La violencia en Sinaloa se ha arraigado durante décadas con la participación -activa o pasiva- de multiples actores. Por ello, hoy más que nunca, se requiere trabajar unidos con el Gobierno para fortalecer sus esfuerzos y construir soluciones duraderas.

Las asociaciones civiles, la Iniciativa Privada, la academia y la ciudadanía en general tenemos un enorme potencial que, si se articula, puede marcar la diferencia. Nuestra historia reciente nos impone una responsabilidad: actuar con honestidad, compromiso y visión de futuro. Sólo así podremos transformar esta realidad y avanzar hacia un Sinaloa más seguro y justo para todos.

Desde las organizaciones de servicio ya se están impulsando acciones concretas. En el Club de Leones, por ejemplo, la paz es una de nuestras prioridades, y ese compromiso se refleja en programas permanentes como el concurso infantil Cartel de la Paz, actividades de prevención de adicciones, redes de apoyo para jóvenes y campañas de reeducación comunitaria. Estamos aprovechando al máximo nuestro potencial, pero también tenemos la voluntad y la energía para hacer aún más.

La Iniciativa Privada, por su parte, ha sido una de las más afectadas por el clima de inseguridad. Cierres forzados, pérdidas económicas y amenazas forman parte del entorno cotidiano. Sin embargo, también ha desarrollado estrategias valiosas para reducir el impacto de esta situación. Es importante seguir respaldando a las empresas locales para que se mantengan activas y consoliden su presencia. Al mismo tiempo, debemos generar espacios de intercambio para aprender de sus experiencias y replicar sus buenas prácticas en otros sectores.

La academia sinaloense también tiene mucho que aportar. Con el capital analítico, técnico y humano que poseen nuestras universidades, podemos avanzar con pasos firmes hacia soluciones reales. Destacan algunos foros que han abordado la violencia con seriedad, pero es necesario fortalecer esa ruta.

La Universidad Autónoma de Sinaloa, con más de mil integrantes en el sistema estatal de investigadores y tecnólogos, tiene la capacidad para liderar estudios sobre patrones delictivos, evaluar políticas públicas o diseñar mecanismos de justicia más eficientes. Ese mismo conocimiento también puede apoyar en gestiones financieras, como las que hoy realiza la administración universitaria para cubrir los salarios de verano.

Como docentes e investigadores, debemos asumir con claridad nuestra función social. La gestión de recursos corresponde a las autoridades universitarias; en cambio, generar conocimiento útil para transformar nuestra realidad es tarea del sector académico. Solo si ambos frentes se articulan será posible incidir de forma concreta en la vida de nuestra comunidad.

En el plano cultural y como sociedad en general, hay un cambio urgente que no puede postergarse. La romantización del crimen nos ha hecho daño. Narcocorridos, contenidos en redes sociales y productos de moda inspirados en el narco han normalizado -incluso glorificado- la figura del delincuente.

Se habla de códigos de honor, de tiempos mejores bajo su control. Pero eso es un espejismo peligroso. La delincuencia organizada no representa cultura, representa ruptura. Necesitamos un rechazo social unánime y activo: dejar de justificar, dejar de aplaudir, dejar de idealizar.

La construcción de paz debe entenderse como una estrategia flexible, que se adapte y evolucione con base en la realidad. No hay fórmulas únicas. Requiere prueba y error, seguimiento, ajuste constante. Pero sobre todo, necesita coordinación.

Es necesario abrir más espacios de diálogo entre estos múltiples actores. Solo a través de una comunicación efectiva podremos avanzar como un colectivo orgánico.

Cada sector de la sociedad debe aportar desde su área de acción: talleres escolares, líneas de atención psicológica, espacios deportivos seguros, estudios de impacto o mecanismos de monitoreo ciudadano. Incluso las acciones pequeñas pueden convertirse en semillas de cambio si son sostenidas y replicables.

En medio de un contexto difícil, hemos demostrado compromiso y capacidad de acción. Varios sectores ya están dando pasos firmes. Aún podemos hacer más. Si fortalecemos ese esfuerzo conjunto, podremos cambiar el rumbo. No dejemos que la violencia se normalice. Mantengamos vivo el compromiso por un Sinaloa mejor.

Un Sinaloa pacífico no es una utopía. Es una herencia posible.