Gobernador pacificador en Sinaloa
Propuesta de paz de Othón Herrera

Alejandro Sicairos
03 octubre 2025

Están dadas las condiciones en Sinaloa, aportadas éstas desde organizaciones de la sociedad civil, para que el Gobernador Rubén Rocha Moya cambie la narrativa transexenal y pase a la historia como el Mandatario que sentó las bases para la paz positiva con visión de futuro, en vez de que la circunstancia actual de la guerra entre narcos le sea tatuada con la pintura imborrable de la dejadez, mancha indeleble que hace fácil identificar la costumbre del poder que durante décadas optó por normalizar y legitimar la violencia.

Al movimiento social pacificador le urge el líder que al margen de las acciones militares y policiales para contener la narcoguerra sea capaz de ponerse al frente de iniciativas que en 20 o 30 años le aporten a Sinaloa las generaciones de ciudadanos con el gen de la concordia que armonice todos los quehaceres humanos lícitos. Que afiancen la mentalidad por los consensos en torno a lo fundamental, con un blindaje moral de tal grado que no pueda perforarlo la seducción que ejerce el crimen sobre los jóvenes.

Existe bastante tela de dónde cortar si se tiene la voluntad para arropar propuestas que, por fortuna, abundan aún en el miedo y la desesperanza inducidas por los facinerosos a través de sus grescas intramuros. Es cuestión de que las instituciones del Ejecutivo y Legislativo hagan la función de bisagras y le den sustento a la Ley de Construcción y Fortalecimiento de la Paz en Sinaloa que traspase ciclos y estilos políticos y con sólidas bases de factibilidad.

Una muestra de ello es, por ejemplo, la propuesta que impulsa Othón Herrera y Cairo, director de la asociación civil Construyendo Paz, consistente en dos estrategias que serían la raíz del árbol que en el porvenir inmediato proporcione la anhelada sombra de la paz. Está sustentada en la teoría aristotélica que postula que por medio de la educación cívica las personas reciben los conocimientos necesarios para el ejercicio pleno de la ciudadanía, para participar en asuntos públicos e involucrarse en una acción colectiva y encontrar la solución a los problemas.

“Mediante la educación ciudadana, comprenden que vivir en sociedad es un problema que involucra a todos; se desarrolla un sentido de justicia y de cuidado hacia el otro, y un pensamiento crítico e independiente para trazar su futuro; se aprende a deliberar, a discutir para conseguir que sus proyectos accedan al poder formal y al gobierno legítimo”.

La primera estrategia consiste en el plan piloto que implemente los Centros de Ciudadanía y Paz para desde sus instalaciones inducir en la matrícula escolar del Municipio de Culiacán correspondiente de primaria hasta preparatoria, con alrededor de 220 mil alumnos, una serie de asignaturas cursadas de manera presencial cuyo objetivo principal es construir la paz a través de un cambio cultural, con ejes esenciales que son la interacción eficaz y constructiva con otros, pensamiento crítico, conducta socialmente responsable, comportamiento democrático y respeto. Serían impartidas durante 30 horas a cada alumno por año escolar.

La segunda acción radica en que esta misma infraestructura opere como Centros de Mediación Comunitarios en asuntos familiares, escolares, vecinales, laborales y comerciales, fortaleciendo desde el el embrión ciudadano el espíritu de conciliación y la justicia restaurativa que el nuevo sistema punitivo mexicano realza. Adelantarse al conflicto a través del acuerdo en términos de reparación pacífica de daños.

La propuesta de Herrera y Cairo realiza el cálculo de la inversión de 765 pesos al año por cada niño, niña o adolescente participante en el esquema de construcción de paz a través de un cambio cultural. El funcionamiento de estos centros en Culiacán requeriría de 173 millones de pesos anuales y podría ser implementado un modelo de participación del sector privado que coadyuve a que resulten menos gravosos para el erario público.

Frente a esta y otras iniciativas, la disyuntiva consiste en ignorar las alternativas que la sociedad civil propone, resignándonos a que la pax narca y la capacidad de resistencia de la población de vida lícita se midan en guerras cíclicas, o bien darle forma a la Ley que en dos o tres décadas aporte sinaloenses con vocación pacifista tan acendrada que ninguna barbarie la pueda doblegar.

Este Sinaloa inseguro,

Anhela la permanente paz,

Con un liderazgo pertinaz,

Que le pacifique el futuro.

El primer día de octubre sin registro de homicidios dolosos volvió a motivar el ruego diario de los sinaloenses para que la tranquilidad prevalezca más allá de treguas esporádicas entre criminales que más pronto de lo que uno cree retornan a su guerra cruel que está a punto de cumplir 13 meses. Con el reconocimiento a soldados, marinos, guardias nacionales y policías estatales que logran estas burbujas de paz, a veces laborando en condiciones inhumanas que no les permiten descansar ni alimentarse adecuadamente, vayamos elucubrando la posguerra y el involucramiento social en la expectativa común de que nunca más la atrocidad del crimen nos secuestre.