Gracias, Plácido
Es común repetir que la virtud del agradecimiento está pasada de moda, y habría que celebrar su funeral. Sin embargo, los sinaloenses nos cocinamos aparte y valoramos en alto precio el agradecimiento y reconocimiento a quienes nos visitan, apoyan, refuerzan y estimulan.
Hoy, queremos agradecer al Maestro Plácido Domingo (con mayúscula superlativa, de acuerdo a su etimología griega, “magister”, el más grande) el profesionalismo, caballerosidad, entrega y humildad que demostró en su actuación en el estadio de Beisbol de Los Venados de Mazatlán, durante el centenario de la ceremonia de coronación de la Reina de Los Juegos Florales, Desiré I.
Decimos profesionalismo y humildad, porque en determinado momento el sonido se catapultó a registros agudos y estridentes que el oído no puede soportar; sin embargo, el Maestro no clausuró la fiesta y simplemente se auxilió de las manos para cubrir sus oídos.
Habrá que decirlo, Plácido se comportó como un abuelo bonachón, que perdona benévolamente las fallas y tropiezos, ofreciendo su mejor tributo. El repertorio, de por sí, con muchas romanzas de zarzuela, no era fácil para el público heterogéneo del Teodoro Mariscal; sin embargo, la magia de Plácido envolvió el templado ambiente mazatleco, que invitó a algunos a abrigarse o enchamarrarse, pero era agradale en mangas de camisa.
En verdad, el repertorio fue magnífico y el Maestro estuvo acompañado por la Camerata Mazatlán, el Coro Guillermo Sarabia y el Ensamble Tradicional Mexicano. La mayor parte del espectáculo estuvo dirigido por el joven y profesional director mazatleco, Sergio Freeman, además del Ensamble Tradicional Mexicano, encabezado por Samuel Murillo Pavía, reconocido compositor integrante de la OSSLA.
Plácido compartió espacio con la magnífica soprano, Eugenia Garza, el soberbio barítono mazatleco, José Adán Pérez, y su hijo Plácido Domingo (tercero en la dinastía familiar).
¿Soy respetuoso, agradecido y generoso?