Guía para vagos que quieren salvar el mundo

Pablo Ayala Enríquez
28 marzo 2021

Cada vez que escuchamos que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es la última oportunidad que tenemos de salvar el mundo, más que miedo, experimentamos una sensación de incomodidad difícil de explicar.

Para quien se asume como una persona común y corriente, eso de salvar al mundo está más cercano a la ficción. Es un asunto de héroes y heroínas, que está muy lejos de las posibilidades de alguien como nosotros. “Salvar al mundo” suena a broma, a chiste, a misión imposible, a una tarea que nos queda tan grande que lo más cuerdo es arquear las cejas, encoger los hombros y, tras un resoplido dejarnos caer en el sillón a esperar que pase lo que tenga que pasar.

Teniendo claro este rasgo de la sociedad actual, hace un par de años la ONU publicó “La guía de los vagos para salvar al mundo”. El documento no tiene desperdicio, porque está planteado en los términos precisos para que cualquiera lo pueda entender y ponerse en manos a la obra a salvar al mundo, sin poseer alguna de las cualidades de los superhéroes de los cómics.

Va un resumen de la guía por si acaso usted no tiene tiempo de leerla.

Las 35 cosas que uno puede hacer están divididas en cuatro niveles que van de lo simple a lo “complejo” (entrecomillo complejo, porque, a decir verdad, no tienen mayor complejidad). Con el fin de ser fiel a la puntualidad del documento, listaré algunas de las acciones propuestas.

1. Nivel uno. Estrella de sofá. Entre las cosas que usted puede hacer desde la comodidad de su sofá se encuentran: desconectar por completo los electrodomésticos que no use, porque esto le evitará desperdiciar electricidad; pagar lo que pueda en línea, para evitar gastos de traslado y consumo de papel; apagar las luces que no utilice; comprar a quienes tengan prácticas que no impacten negativamente al medio ambiente; calcule su actual huella de carbono (hay calculadoras en línea que le servirán) para que modifique algunas de sus prácticas y, si se anima, compre un crédito climático para compensar sus emisiones de carbono; exigir a las autoridades que actúen en pro del Acuerdo de París.

2. Nivel dos. Héroe de hogar. Ya si se anima a levantarse del sillón, sin salir de su casa, usted puede llevar a cabo lo siguiente: secar las cosas al aire (pelo, ropa, etc.); tomar duchas cortas, abriendo la llave solo para lo necesario; comer menos carne roja y pescado; utilizar los restos de alimentos como abono orgánico en las plantas que tiene en casa; reciclar todo lo que pueda: vidrio, plástico, cartón, etc.; comprar cosas que tengan la menor cantidad de empaques; aislar las ventanas y puertas para aumentar la eficiencia energética; ajustar el termostato según la temporada del año; en la medida de lo posible sustituir los electrodomésticos viejos por otros que sean ecológicamente amigables; lo mismo con las bombillas de luz.

3. Nivel tres. Vecino simpático. Ya entrados en gastos: comprar productos locales (la acción servirá a los negocios de la zona, evitará el desplazamiento de camiones contaminantes y un largo etcétera); consumir productos del mar que sean capturados de manera sostenible; en la medida de lo posible tomar un transporte público, usar la bicicleta o caminar; reutilice las botellas para beber en ellas; cuando vaya al supermercado lleve sus propias bolsas; modere el empleo de servilletas; compre cosas de segunda mano, ya que, además de hacerle ahorrar mucho dinero, le permitirá extender al doble la vida útil de las cosas; done todo lo que no utiliza.

4. Nivel cuatro. Excepcional en el trabajo. Si usted ha puesto en marcha algunas de las acciones arriba descritas, es muy sencillo que dé el paso al contexto laboral. En este usted podría: no desperdiciar tirando a la basura la comida que lleve a su lugar de trabajo. Si no lo va a consumir, regálela a una persona que lo necesite o la quiera; trate de ir a su lugar de trabajo en transporte público, bicicleta, caminando o compartiendo el coche con colegas que vivan por el rumbo de usted; no desperdicie los recursos que existen en su lugar de trabajo, incluso, intente seguir las mismas pautas que usted tiene en casa; ¡dé rienda suelta al activista que lleva dentro!: motive a sus colegas a actuar de una manera ecológicamente más sostenible; trate de poner en marcha algunas acciones o iniciativas de voluntariado, como por ejemplo, recuperar espacios públicos limpiándolos, remozándolos, reforestándolos, rehabilitando escuelas públicas, organizando una biblioteca móvil con libros donados que se instale en parques y plazas públicas, etcétera.

Como puede ver, ninguna de las propuestas está fuera de nuestras posibilidades. Basta que queramos hacerlas para que estas comiencen a generar un impacto discreto, pero que sumado al de muchas personas más, comenzará a darle la vuelta a nuestros problemas. Acabar con la pobreza extrema, la desigualdad, la injusticia social, detener la degradación del medio ambiente, está en nuestras manos, incluso, como dice la guía, “hasta los más indiferentes y perezosos, forman parte de la solución”. Basta con hacer unos cuantos ajustes en nuestras rutinas para comenzar a ver algunos cambios.

Si usted quiere descargar la guía, y pegarla en su refrigerador para que le pique los ojos, entre a esta liga: https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/takeaction/

Y por no dejar, van unas cuantas preguntas al margen: ¿Sabía que usted puede salvar la vida de alguien, si en estas vacaciones no hace alguna estupidez que ponga en riesgo a los demás? ¿Dimensionó el impacto social que puede traer consigo la imprudencia colectiva?