Hemiplejia moral

Rodolfo Díaz Fonseca
18 marzo 2018

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El bombardeo político de las campañas está a la vuelta de la esquina. Está muy cerca la fecha de inicio de las campañas. Sería ideal que los candidatos abundaran en propuestas y no en ataques y descalificaciones. Sin embargo, no se pueden pedir peras al olmo. Nuestra política y democracia aún no alcanzan la estatura debida y requerida. Es más fácil proferir un insulto o una denostación, que un sólido argumento con su consabida justificación.
El maniqueísmo político es un deporte muy socorrido. En sus discursos, los candidatos dirán que constituyen la única oportunidad para consolidar el desarrollo, honestidad, progreso, igualdad y transparencia. En cambio, sus opositores o contendientes son el signo más elocuente de corrupción, subdesarrollo, discrecionalidad, retroceso y violencia.
A este maniqueísmo se refirió José Ortega y Gasset, en La rebelión de las masas, cuando reprobó que se establecieran las aberrantes distinciones de izquierda y de derecha, lo que desemboca en una hemiplejia moral. Es decir, así como en la hemiplejia física se paraliza la mitad del cuerpo, moralmente se cataloga a la otra parte como la carga malévola y retardataria.
“Ni este volumen ni yo somos políticos. El asunto de que aquí se habla es previo a la política y pertenece a su subsuelo. Mi trabajo es oscura labor subterránea de minero. La misión del llamado intelectual es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, confundirlas más de lo que estaban. Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejia moral”, expresó.
¿Padezco la hemiplejia moral?

 

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