Huracanes en Mazatlán
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Mario Arturo Huerta Sánchez
PARTE 4
Año 1943, sábado 9 de octubre; huracán categoría 3; vientos máximos de 206 kilómetros por hora; lugar de entrada: Mazatlán.
En 1940 nos cambiamos de los Portales de Cannobio, frente a la plazuela Machado, en donde vivimos desde 1920, a la planta alta del inmueble ubicado en la esquina de las calles Ángel Flores y Belisario Domínguez, en el que en la planta baja estaba la oficina de mi papá.
Ese sábado 9 de octubre de 1943, a las 8:00 de la mañana, me coloqué atrás de la ventana de madera y vidrio del cuarto de la esquina, viendo hacia el norte, desde yo veía volando láminas de los techos de las oficinas de ventas de automóviles y tractores de mi querido amigo Antonio Toledo Corro frente al Banco Occidental de México y del almacén de pignoración del Banco Hermanos Castelló, que quedaron destechados (datos que confirmé con Toño Toledo y con mi también querido compadre, José Manuel Castelló).
Por la tarde salimos a caminar mi papá, mi hermano Juan y yo (mi otro hermano Memo se había ido a la Ciudad de México para hacer los arreglos para inscribirse en la Escuela de Medicina de la UNAM). Encontramos muchos daños, postes y árboles caídos, así como puertas, ventanas, anuncios, etcétera. Estuvimos sin luz y agua muchos días.
Año 1957, lunes 21 de octubre; huracán categoría 4; vientos máximos de 222 kilómetros por hora; lugar de entrada: norte de Mazatlán.
En esa fecha Vira, yo y mis hijos Mario y Tita, vivíamos en la planta baja de los departamentos de tres pisos que habíamos construido el ingeniero Jaime Tarriba y yo a doña Esthela de Arregui, en la calle Mariano Escobedo, entre calles Aquiles Serdán y Benito Juárez, desde donde, en cuanto pasó el huracán, apresuradamente me fui caminando del restaurante La Copa de Leche, de dos pisos, con una atrevida marquesina que el proyectista, el muy prestigiado arquitecto de Guadalajara, Julio de la Peña, bautizó como “Pico de Garza” y que yo calculé con esmero, temía que la fuerza del huracán la hubiera derrumbado.
En cuanto llegué a Olas Altas voltee hacia el sur y di gracias a Dios, se veía intacto el “Pico de Garza”. Caminé hasta llegar a la construcción en donde me di cuenta del único daño serio que causó el huracán. Las cortinas de acero que se habían colocado en los seis locales comerciales quedaron sumidas como si el puño de una mano de un gigante hubiera golpeado el centro de las cortinas.
Subí a la azotea para inspeccionar si hubo algún daño, que afortunadamente no encontré ni una sola grieta. Al emprender el regreso a mi casa, me di cuenta que en la última manzana del Paseo Olas Altas estaba un árbol inclinado por el viento y un auto que estaba ahí estacionado quedó arriba del árbol.
Como consecuencia de este huracán, los mazatlecos pasamos 15 días sin luz.
mariohuerta@prodigy.net.mx