Imala, paraíso en riesgo
Hace unos días compartí en redes sociales varias fotografías de los cerros que rodean Imala pintados de rosa por la floración de las amapas. Un espectáculo que en Sinaloa todavía podemos gozar cada invierno, aunque solo durante unos cuantos días. Disfruto la diversidad de paisajes que nos ofrecen nuestros cerros, algunos meses intensamente verdes, otros meses llenos de flores amarillas, blancas o rosas que, sumado a su diversa fauna silvestre hacen de estos lugares verdaderos paraísos que, en mi particular opinión, no valoramos como merecen.
Tengo muchos años acudiendo con regularidad a Imala y he visto paulatinamente la transformación del lugar y su entorno. Es preocupante saber que estos ecosistemas, si no se resguardan a tiempo, pronto desaparecerán. Cada año más hectáreas de selva baja caducifolia se convierten en “fraccionamientos campestres” que poco tienen de campestre y rara vez conviven o se adaptan al entorno que los rodea.
Imala es una sindicatura alteña del municipio de Culiacán que cuenta con poco más de 4 mil habitantes distribuidos en rancherías y pequeños poblados de los cuales destaca el poblado del mismo nombre con 292 habitantes. Esta histórica población tiene la particularidad de ubicarse en la unión de dos importantes arroyos donde se localizan diferentes manantiales de aguas termales poco antes de su desembocadura al río Tamazula. La iglesia de ladrillo destaca frente a la pequeña plazuela de donde parten las pocas calles o callejones que conforman el poblado todavía nutrido de bellas edificaciones de la más auténtica arquitectura vernácula de la región.
Cada fin de semana el pueblo recibe numerosos visitantes que principalmente van a desayunar. La gente mayoritariamente va en automóvil, aunque hay que destacar que cientos de personas hacen el recorrido en bicicleta. También prolifera cada vez más el uso de motocicletas deportivas, cuatrimotos y todas las nuevas versiones de máquinas que hoy existen para recorrer la montaña. Esta “invasión” semanal al lugar está impactando en uno de los principales atractivos del lugar: su tranquilidad.
Con lo que respecta al territorio en donde se desplantaba el poblado de Imala, se muestra un entorno de deforestación preocupante. La sierra poco a poco se va “parcelando” y convirtiendo en estas nuevas “urbanizaciones campestres” antes señaladas. La foto satelital muestra dos nuevos claros ya parcelados que serán las futuras colonias de expansión del pueblo, cada uno duplica la extensión actual del lugar. Esto implicará pronto una demanda significativa de recursos, de servicios y de todo lo que conllevan las nuevas urbanizaciones.
Imala es un lugar muy singular al que le urge atención para su preservación sostenible. No se trata solo de adoquinar las calles, ampliar la carretera, pintarles sus casas de colores brillantes para que luzca más “pintoresco” o construir otro arco de acceso al lugar (ya tiene tres de diferentes administraciones municipales).
El ecoturismo es una actividad económica tan rentable como frágil y efímera. No consiste solo en abrir caminos e invitar a la gente a visitar los lugares. El hecho de invertir en esta actividad implica una acción planificada, inteligente y ante todo participativa con la gente del lugar.
Imala tiene un balneario de aguas termales, un río ideal para descensos en Kayac, está rodeado de cerros aptos para el senderismo o la bicicleta de montaña. Los restaurantes podrían posicionar su oferta con más énfasis en la producción local de tal forma que todos ganen. Esto puede dar trabajo a la mayoría de la población y con una modesta inversión el poblado podría recuperar su imagen rural que ha ido perdiendo por la falta de regulación.
La carretera requiere de más control de velocidad que ayude a preservar más la fauna silvestre -e incluso la doméstica- que con regularidad es atropellada casi como práctica común. El ordenamiento y regulación del territorio permitiría principalmente a los lugareños hacer uso sostenible de sus recursos de tal forma que ese gran atractivo del lugar no se deteriore, sino todo lo contrario, se potencie. La visita a las albercas de aguas termales o a los restaurantes para desayunar puede complementarse con sanas caminatas en estos parajes que complementarían las terapias que tanto necesitamos quienes vivimos el ritmo de las ciudades de hoy. La envolvente selva que rodea el poblado es el mayor y más desairado atractivo para los visitantes donde se puede admirar una riquísima variedad de aves en sana convivencia con su ecosistema.
Los servicios de hospedaje podrían ser el complemento ideal para la economía local. Hace 25 años, junto con un grupo de estudiantes de arquitectura propusimos un hotel ecológico en el terreno de las cabañas del CREA junto al balneario. Proyecto más que revolucionario entonces. La propuesta era un hotel con cabañas autosuficientes donde los huéspedes disfrutarían del entorno y podrían hacer caminatas nocturnas en la selva y desayunar, comer y cenar productos hechos por la gente del pueblo, con el mínimo de gastos de energía y la mínima generación de desechos. Una actividad verdaderamente sostenible. Aquel proyecto soñador, en ese paraíso que aun existe, hoy es más vigente que nunca.
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