Inés Arredondo en el siglo de la mujer
Aunque en el Siglo 20 la voz de las mujeres escritoras sinaloenses no pudo escucharse con fuerza en todo el país, existió una autora que llegó a donde pocos autores del país han llegado.
En una entrevista, Inés Arredondo confesó que le hubiera gustado ser recordada como escritor, excluyendo lo femenino.
Claro que en ella sí subyace esa idea de lo femenino, más que un ideal del entorno del género. Su deseo de ser recordada como un escritor es que en su época, la literatura hecha por mujeres entraba en el renglón de las curiosidades para muchos lectores y no pocos críticos.
Se ha descrito a la sinaloense Inés Arredondo como una de las mentes más oscuras de la literatura mexicana. Quizás porque ella posee en su escritura un universo denso, encriptado y donde los simbolismos flotan en una exquisita ingravidez, no apreciable por el lector distraído o Inés impaciente.
Me atrevo a acotar que fluía como la “nouvelle vague” que en el cine y la literatura francesa desconcertó a varios.
Un mundo narrado con simbolismos e insinuaciones sensoriales. Más en su momento que hoy, era más notoria su fuga de la evidente moraleja, el lugar común.
Es una escritora para mentes dotadas de su misma sensibilidad. Muy similar a su contemporáneo, el veracruzano Juan Vicente Melo, otro autor de minuciosa penumbra, que dejó una obra maestra y difícil de leer que se llama “La obediencia nocturna”.
El nivel de oscuridad de Inés Arredondo es un eco más en su tejido de palabras y acontecimientos. Algunos de sus cuentos parecen más textos del futuro por su compleja revelación y han resistido la prueba del tiempo y la crítica.
Ella se forma en los 60 y a pesar de que tenía acceso a un mundo cosmopolita, figuras como Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo aún se quejaban de una gerontocracia juarista que regía las letras. Si no fuera por su exquisito sentido de lo femenino, podría pasar por un autor varón... ahora bien, solo una mujer conocedora de los terrores de un día de boda haría una pieza tan magnifica, en tres páginas, como el cuento “Los hermanos”.
Inés Arredondo escribió sólo tres libros de cuento y una novela, sin embargo, cambió la percepción de lo que se escribía hasta ese momento. ¿Cuáles elementos de su escritura la llevarían a tener una obra tan característica? Creo que su decidida voz interior, ajena a folclorismos regionales o tentativas universales.
Lejos de Juan Rulfo y lejos de Salvador Elizondo, creó un universo propio equidistante entre la realidad rural y citadino y los infiernos personales que crean imaginarios cíclicos, ó sea, de difícil acceso pero reconocibles oír nuevas generaciones.
Pero también es un lenguaje que no teme usar coloquialismos, capaz de trascender más allá de la anécdota en su armazón estructural, aparentemente sencillo. Juan García Ponce, amigo y contemporáneo, es un caso similar de identidad poderosa.
Hace apenas unos años, poco antes de fallecer, reveló por escrito el autor Huberto Batis el secreto a voces de que ambos habían sido pareja y hecho juntos vida marital en un tiempo.
¿Sinaloa se refleja de alguna manera en la obra de Inés Arredondo? Hay un Sinaloa que sigue vigente en la vida real y en sus letras. A pesar de los avances de las mujeres, persiste el esquema patriarcal.
Por supuesto que no hay -como en su cuento “La Sunamita”- mujeres que se casen en artículo mortis con un tío viejo y feo para heredar una propiedad, para luego ser acechadas por él, pero aún hay mujeres acosadas por parientes consanguíneos, bajo la presión de lo material sobre la inseguridad personal, y cuyo daño mantienen incluso más allá del final de esa etapa de secuestro.
No hay Sunamitas, pero ese acoso y dominio es un río subterráneo que empieza a manar.
Una amiga periodista de Noroeste fue a Eldorado, el pueblo de Inés, a realizar un reportaje y se sorprendió de lo diferente que lucía a los textos leídos. No es que ella idealice o corrija un sitio que el solo nombre incita a imaginar un Edén oculto.
Inés ha vuelto el sitio parte de la imaginación y la memoria colectiva, o sea, arte y literatura. No hay camionetas del año o ráfagas de metralleta en sus ficciones, pero los temores e inseguridades del entorno de Inés Arredondo siguen en la placenta social de Sinaloa y se manifiestan con otras formas.
El calor del verano, otro de sus grandes personajes sigue igual de extremo... y ahorita está peor que nunca, llevándose de la mano con este insano calor político que todo lo destruye.