Inés Arredondo, la oscura escritora sinaloense

Juan José Rodríguez
05 octubre 2025

Hace unas pocas semanas se entregó aquí en Sinaloa el premio Inés Arredondo a la tenaz escritora Ana García Bergua, reconocimiento impulsado por el INBA y el Instituto Sinaloense de la Cultura.

García Bergua tiene una larga trayectoria como narradora y ensayista. Y no solo es una digna ganadora del premio, sino que es una amplia difusora del legado de la creadora sinaloense que da nombre al premio.

Me quedé con la intención de escribir algo sobre nuestra autora que da nombre a dicho galardón y aquí cumplo esa deuda personal.

Inés Arredondo, nacida en Culiacán en 1928, escribió sólo tres libros de cuento y una novela, sin embargo, cambió la percepción de lo que se escribía en México hasta ese momento y no hablo sólo de la literatura hecha por mujeres.

La Señal (1965) Río subterráneo (1979) y Los Espejos (1988) son el corpus de su obra narrativa. Digamos que era tan celosa que casi publicaba un solo libro cada década, un poco al modo de su contemporáneo Fernando del Paso.

¿Cuáles elementos de su escritura la llevarían a tener una obra tan característica? Creo que su decidida voz interior, ajena a folclorismos regionales o tentativas universales.

El nivel de oscuridad de Inés Arredondo es un eco más en su tejido de palabras y acontecimientos. Algunos de sus cuentos parecen más textos del futuro por su compleja revelación y han resistido la prueba del tiempo y la crítica.

Lejos de Juan Rulfo y lejos de Salvador Elizondo, creó un universo propio equidistante entre la realidad rural y citadino y los infiernos personales que crean imaginarios cíclicos, osea, de difícil acceso pero reconocibles oir nuevas generaciones.

Pero también es un lenguaje que no teme usar coloquialismos, capaz de trascender más allá de la anécdota en su armazón estructural, aparentemente sencillo. Juan García Ponce, amigo y contemporáneo, es un caso similar de identidad poderosa.

Por ello se ha descrito a la sinaloense Inés Arredondo como una de las mentes más oscuras de la literatura mexicana. Quizás porque ella posee en su escritura un universo denso, encriptado y donde los simbolismos flotan en una exquisita ingravidez, no apreciable por el lector distraído o Inés impaciente.

Más en su momento que hoy, era más notoria su fuga de la evidente moraleja, el lugar común.

Es una escritora para mentes dotadas de su misma sensibilidad. Muy similar a su contemporáneo, el veracruzano Juan Vicente Melo, otro autor de minuciosa penumbra, que dejo una obra maestra y difícil de leer que se llama “La obediencia nocturna”.

En una entrevista, Inés Arredondo confesó que le hubiera gustado ser recordada como escritor, excluyendo lo femenino.

Claro que en ella sí subyace esa idea de lo femenino, más que un ideal femenino. Su deseo de ser recordada como un escritor es que en su época, la literatura hecha por mujeres entraba en el renglón de las curiosidades para muchos lectores y no pocos críticos.

Ella se forma en los 60 y a pesar de que tenía acceso a un mundo cosmopolita, figuras como Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo aún se quejaban de una gerontocracia juarista que regía las letras. Si no fuera por su exquisito sentido de lo femenino, podría pasar por un autor varón... ahora bien, solo una mujer conocedora de los terrores de un día de boda haría una pieza tan magnifica en tres paginas como el cuento “Los hermanos”.

¿Sinaloa se refleja de alguna manera en la obra de Inés Arredondo? Hay un Sinaloa que sigue vigente en la vida real y en sus letras. A pesar de los avances de las mujeres, persiste el esquema patriarcal.

Por supuesto que no hay -como en su cuento “La Sunamita”- mujeres que se casen en artículo mortis con un tío viejo y feo para heredar una propiedad, para luego ser acechadas por él, pero aún hay mujeres acosadas por parientes consanguíneos, bajo la presión de lo material sobre la inseguridad personal, y cuyo daño mantienen, incluso, al final de esa etapa de secuestro.

No hay Sunamitas, pero ese acoso y dominio es un río subterráneo que empieza a manar de otras maneras más violenta a veces.

Una amiga periodista de NOROESTE fue a Eldorado, el pueblo de Inés, a realizar un reportaje y se sorprendió de lo diferente que lucia a los textos leídos. No es que ella idealizará o corrigiera un sitio que el solo nombre incita a imaginar un Edén oculto.

Ha vuelto el sitio parte de la imaginación y la memoria colectiva, o sea, arte y literatura. No hay camionetas del año o ráfagas de metralleta en sus ficciones, pero los temores e inseguridades del entorno de Inés Arredondo siguen en la placenta social de Sinaloa y se manifiestan con otras formas.

El calor del verano, otro de sus grandes personajes sigue igual de extremo... y ahorita no se quiere quitar de Sinaloa, porque seguimos viviendo en esta oscura sequía que a todos nos agobia y a diarios nos asfixia.