Informe de Harfuch: Sinaloa va bien
Menos homicidios no garantizan paz

Alejandro Sicairos
08 octubre 2025

Tiene razón Omar García Harfuch, Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno federal, cuando compara el mes de junio de 2025 que registró 207 homicidios dolosos con septiembre del mismo año donde ocurrieron 120 asesinatos, resultando la reducción del 42 por ciento no obstante que la sencilla ecuación sea incorrecta al dejar fuera de la operación la percepción ciudadana de desamparo y los altibajos del miedo infundido con sucesos violentos de alto impacto.

Para el Gabinete de Seguridad del Gobierno de México cualquier descenso en la incidencia delictiva es como ambrosía para la estrategia de hacer creer que la criminalidad cede y que la coordinación militar-policial gana espacios para la tranquilidad y legalidad. En dicha narrativa federal lo que importan son las víctimas reducidas a sumas y restas y pasa a último término el sentimiento social sujeto a los claroscuros que impone la alta delincuencia.

A veces hasta resulta peligrosa la presunción gubernamental de menos homicidios dolosos perpetrados, debido a la posibilidad de que en los cuarteles de la narcoguerra sea analizada tal jactancia y los jefes de los segmentos del Cártel en pugna interna determinen enviar señales de que el conflicto sigue y éstas se traduzcan en la redimensión del terror y la correspondiente emoción social deprimida.

Resulta incomprensible que si el régimen de la Cuarta Transformación ya dejó atrás la estrategia lopezobradorista de “abrazos, no balazos”, la administración Sheinbaum omita ofrecer virajes también en el manejo de la aritmética trágica con fines de lucimiento. Un resultado efímero que carece del sustento de prevalecer sin alterarse durante determinado tiempo de ninguna manera es cambio; es albur.

Los sinaloenses no creemos en algo que durante un año y un mes ha ido en contrasentido de la paz como propuesta federal sin fecha de caducidad, similar la lógica harfuchiana a la del General Jesús Leana Ojeda que siendo Comandante de la Tercera Región Militar consideró que la disminución de la violencia “depende de que los grupos antagónicos dejen de hacer su confrontación entre ellos y que estén dejando a la población en paz, para que viva con tranquilidad”.

Harfuch tiene razón al suponer la baja en la cantidad de asesinatos confrontando los partes de guerra de junio y septiembre, pero igual resultado habría obtenido si la comparación la hace con el mes de agosto que da cuenta de 119 homicidios, aunque el optimismo del zar anticrimen reconfortará más en caso de que prepondere de aquí a diciembre la disminución en estos ilícitos e influyan en abatir la persistente sensación de inseguridad.

Desde que el 9 de septiembre de 2024 estalló la narcoguerra en Sinaloa se han registrado picos de incidencia en homicidios dolosos: en ese mes hubo 142; en octubre, 182; en noviembre, 175; y en diciembre, 156; según los informes mensuales de la Fiscalía General del Estado. Antes del choque entre los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán y los de Ismael “El Mayo” Zambada el promedio mensual de enero a agosto fue de 42 hechos. Durante 2025, excepto los 207 de junio, el comportamiento ha sido oscilante con 138 en enero, 119 en febrero, 135 en marzo, 119 en abril, 165 en mayo, 170 en julio, 119 en agosto y 120 en septiembre.

Desde otro enfoque, si es que la divisa consistiera en regresar a la incidencia de homicidios dolosos anterior a la narcoguerra, de 44 carpetas de investigación abiertas en agosto de 2024, entonces la meta estaría muy lejana. Por esa razón a nadie le significan episodios de apacibilidad la táctica de administrar a conveniencia el comportamiento de los delitos de alto impacto durante la narcoguerra con sus intermitentes caídas en número de asesinatos y olas criminales que enseguida llegan para borrar lo avanzado.

Los resultados que expone García Harfuch en lo que corresponde a Sinaloa, o los que muestra la Presidenta Claudia Sheinbaum para hacer creer que avanza en la pacificación nacional, no garantizan paz positiva y duradera. Podría tratarse de pax narca, de reacomodos en los grupos delictivos o de reconfiguración de la estrategia de seguridad pública, pero será a través de mayor y sostenida evidencia de civilidad, tranquilidad y legalidad como volveremos a recuperar la certidumbre y confianza que únicamente provee el Estado de derecho.

Y no hay justificaciones que funcionen en tanto el recuento oficial halle el muro de la percepción ciudadana que tiene otros datos.

¿Cuándo Harfuch, el Secretario,

Ganará nuestra reverencia,

Por traernos el inventario,

Del Sinaloa sin violencia?

Sobre mis comentarios publicados aquí el lunes 6 de octubre, reconociendo al Festival Cultural de Sinaloa como parte fundamental del proceso de construcción de paz en el contexto de la guerra al parecer interminable en el cártel local del narcotráfico, algunos lectores me refutan que la presentación de la cantata escénica Carmina Burana no llegó a los segmentos poblacionales que más necesitan hallar en las artes la motivación para reconstruir el tejido social, porque los boletos para las dos funciones se repartieron entre funcionarios públicos, empresarios y amigos de los organizadores, sin dársele acceso a la gente de a pie. ¿Así fue? Entonces tienen razón los que me corrigen: “la cultura nomás por ser arte no genera paz si no está bien dirigida y se mide su impacto”.