Inviable
Es muy lamentable que, en la entidad, la Rectoría de la UAS se empecine en llevar a cabo una iniciativa con manifiesta oposición de trabajadores jubilados y activos. Y es que, tras dos décadas de penoso autoritarismo, la administración pasista no quiere que los asuntos de la institución se resuelvan de manera civilizada, por medio del diálogo constructivo, poniendo como fin lo mejor para la Universidad. El empecinamiento en política es una pésima actitud, sólo escala los problemas, como si la ciudadanía sinaloense no tuviéramos ya bastantes entuertos sociales. Por eso, es lamentable la torpeza de Rectoría, que sigue aferrada en sacar a toda costa una iniciativa que viola el pacto laboral y es rechazado, de manera tajante, por la comunidad.
No existe ninguna razón valedera para que Rectoría trate, como mula terca, de sacar su famosa “reingeniería”, la cual, tal y como está planteada, es completamente inviable su aplicación. Sus planteamientos son sumamente endebles y su viabilidad en la práctica nula. Los trabajadores jubilados cada día robustecen sus argumentos contra el plan antilaboral de Rectoría y hacen propuestas de fondo, como realizar una auditoría con transparencia y objetividad, también recortar la excesiva plantilla de empleados de confianza, que invaden materia de trabajo sindical y duplican funciones, además de bajar los sueldos faraónicos de la alta burocracia. Es un contrasentido que haya administración rica y Universidad quebrada.
La sociedad sinaloense, que está muy atenta a lo que sucede en la Universidad, cada vez está más convencida de que a los trabajadores jubilados, académicos y de intendencia les asiste la razón. Por eso, hay un rechazo social a ese espurio plan antilaboral (pomposamente llamado “reingeniería”), con el cual los tecnócratas de Rectoría quieren seguir sirviéndose con la cuchara grande a costa de los universitarios.
Circo, maroma y teatro y un gran despilfarro en publicidad ha hecho la actual Rectoría para convencer de su “noble” plan de reducir el salario de jubilados y trabajadores activos. Pero, con gran inteligencia y, mediante una constante denuncia pública, los jubilados han puesto en evidencia las trampas y maniobras del plan maquiavélico que el Rector Madueña y su equipo han urdido contra los trabajadores universitarios.
Para incidir en el ánimo de los trabajadores Universitarios, la Rectoría tiene que cambiar de estrategia y buscar el consenso de los universitarios mediante el diálogo, en especial con los trabajadores activos y jubilados; es esencial, además, que la administración universitaria cambie por completo su discurso impositivo, por un discurso conciliador con la comunidad, esto si se busca verdaderamente un cambio serio, no poses demagógicas que a las primeras de cambio muestran el cobre.
Aunque esto, al parecer, con la actual Rectoría, es como pedirle peras al olmo.
Lo cierto es que en la Universidad y en todo el estado hay una exigencia cada vez mayor de democracia, de respeto a la legalidad y a la libre participación de sus entes sociales. Los jubilados y estudiantes reclaman, respectivamente, sus derechos. Los primeros exigen el respeto de sus derechos laborales ganados y pactados. Los segundos, que se respeten sus derechos de elegir y de ser electos, como siempre había sido la costumbre en la Universidad y lo establece la Ley orgánica de la institución. Con estos mínimos cambios, aparte de que se establezca una rendición de cuentas claras en la Universidad, se daría un paso a una convivencia más armónica en la institución de más prosapia en esta entidad. Si se respetan los derechos intrínsecos de los estudiantes y trabajadores activos y jubilados, la UAS tomará un nuevo vuelo hacia su mejoría académica y administrativa.
Sobre esta base, sin imposiciones, búsquese salidas a los problemas que prevalecen en la Universidad. Aprovechemos la actual crisis para una reforma universitaria que busque la mejoría de la Universidad, devolviéndole a ésta lo que nunca debió de haber perdido, su esencia académica, su noble misión de educar a lo más granado de la talentosa juventud sinaloense, su activa difusión de la cultura y los servicios en beneficio de Sinaloa. Todo esto, en el marco del Artículo 3º Constitucional, que garantiza una educación pública laica y gratuita. En la sociedad campea la idea de que la problemática por la que atraviesa la Universidad debe encauzarse tomando en cuenta su devenir histórico para permitir un nuevo despegue, un revuelo a la cúspide académica.
Lo hemos dicho y lo reiteramos: el pueblo nunca se equivoca en sus apreciaciones políticas sobre los diferendos que se presentan en la sociedad, sus vaticinios siempre dan en el clavo para la solución de controversias.