Juventud y vejez
El miedo a envejecer se denomina gerascofobia o gerontofobia. Muchas personas mayores muestran pánico a envejecer y tratan -por todos los medios, cosméticos y remedios a su alcance- retardar las señales de este deterioro físico y mantenerse, como Dorian Gray, “eternamente” jóvenes.
Asimismo, existe otro rechazo en la sociedad, sobre todo hablando laboralmente, de las personas jóvenes hacia los viejos, de tal forma que se les relega o se les despide como elementos inútiles. Se piensa que son incapaces de aprender o manejar las nuevas tecnologías, basados en el popular refrán: “Chango viejo no aprende maroma nueva”. Sin embargo, olvidan que la sabiduría popular también señala: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
Efectivamente, la persona mayor no podrá correr tan rápido como los jóvenes, pero tiene la ventaja de que conoce los vericuetos y atajos. Los refranes abundan en expresiones que refuerzan la sabiduría y experiencia de las personas mayores: “El viejo pierde el diente, pero no la simiente”. “El zorro viejo huele la trampa”. “Entre más viejo el violín, mejor es la melodía”. “La vejez resta agilidad a las patas del caballo, pero no le impide relinchar”. “Lo que el viejo ve por estar sentado, no lo percibe el joven que está en pie”.
En La caverna, Saramago escribió: “Buena verdad es que ni la juventud sabe lo que puede, ni la vejez puede lo que sabe”. Señaló que el viejo de ayer no es el mismo de hoy: “no se debería, con tan inconsciente liviandad, llamarle viejo, habría sido ésa la costumbre en las épocas en que los dientes comenzaban a caerse a los 30 años y las primeras arrugas aparecían a los 25, actualmente la vejez... solo comienza a partir de los 80 años”.
¿Valoro la experiencia del viejo?