La caída del imperio romántico: dejar de amar como nos dijeron y empezar a amar como queremos

Lexia
31 diciembre 2025

Vogue lo dijo sin rodeos: exhibir al novio puede sentirse fuera de época en un presente que empieza a descentralizar a los hombres de la narrativa femenina. El estatus ya no se basa en “miren, tengo novio”, sino en “miren, esta soy yo, esta es mi vida, y esto es lo que construí”.

No es solo una moda, es un síntoma. Una señal de que el mito del amor romántico (ya saben, esa promesa de destino y felicidad eterna) está perdiendo cancha. Y si ese mito empieza a difuminarse, es inevitable preguntarse ¿qué ocupa su lugar? Mi apuesta es que el centro se está moviendo hacia el cuidado (individual y mutuo) y hacia los acuerdos explícitos.

El “amor romántico”, más que un cuento, es un contrato; y más que destino, es una imposición. Como han explicado Marcela Lagarde o Coral Herrera, el amor romántico fue una pedagogía emocional que enseñó a las mujeres a entregarse “por amor” a relaciones de dependencia, sobre todo económica. No hay peor encierro que el que se vive como decisión propia. Y esta historia se nos ha repetido infinitas veces desde etapas tempranas de la infancia. Disney, por ejemplo, llegó a reforzar el guion con castillos y finales felices, conservando el mismo mensaje: el amor como salvación, la pareja como destino y la vida como incompleta hasta encontrar nuestra media naranja.

¡Ojo! No estoy satanizando el amor. De hecho, creo fielmente que es una de las fuerzas y experiencias más importantes en la vida humana (y, a la vez, de las menos comprendidas). Hay amor en la amistad, en la familia, en la comunidad, en unx mismx, en tantas cosas... Y, en cualquiera de sus versiones, puede ser un remanso ante la vorágine del mundo.

Dejando eso claro, lo que sí busco es invitar a cuestionarnos ¿por qué la cúspide de la felicidad tendría que ser solo el amor romántico de pareja? Sobre todo, cuando el mapa afectivo es mucho más grande que solo el amor romántico. Esta ha sido una pregunta que ha rondado mi cabeza últimamente, y casi puedo asegurar que también la de muchas mujeres. El artículo de Vogue es una clara prueba de que ese cuestionamiento ya no solo queda en ciertos grupos, sino que está en la cultura pop. Sí, las mujeres estamos descentralizando a los hombres de nuestra narrativa, estamos dejando de creer que la pareja es el único espacio donde habita la plenitud.

Aura García-Junco, autora mexicana, sostiene que estamos construyendo (quizá por primera vez en la historia) relaciones que no están basadas en la coerción, sino en la libertad y la negociación. Relaciones donde el cariño y el cuidado pesan más. Me gusta pensarlo así: estamos pasando de “el amor todo lo soporta” a “el amor tiene límites, condiciones y acuerdos que nos cuidan a las personas involucradas”.

Este cambio respecto a cómo vemos el amor romántico no solo está teniendo efecto en las mujeres. Los hombres están empezando a soltar la masculinidad hegemónica, que poco les permitía mostrarse vulnerables, sensibles o expresivos. Y es que el romanticismo viene en combo con los roles de género. A los hombres se les exigía impermeabilidad, control, distancia. Hoy esos roles se están agrietando, y en esa grieta aparece algo más fértil: vínculos basados en humanidad, no en género. El cuidado, por fin, se está des-generizando. Deja de ser algo “femenino” para convertirse en un trabajo compartido.

Aquí entran dos ideas que me parecen clave: la elección y la monogamia. El amor romántico que heredamos está profundamente ligado a la monogamia, no como elección, sino como única opción. Vino empaquetado con un conjunto de códigos, tareas y expectativas que rara vez se discutían porque se asumían como naturales: una larga lista de “así debe ser” que todxs internalizamos sin darnos cuenta.

Hoy, lentamente, empezamos a entender que no basta con decir “así se hace”. Cada quién elige cómo quiere vivir a través de los cuestionamientos que rodean este tema: ¿quiero realmente una pareja? ¿Qué lugar ocupa en mi vida? ¿Qué cosas son innegociables para mí? Lo que se está cuestionando quizá no es la monogamia en sí, sino la falta de elección, de conversión y de acuerdos que solían venir de ella.

Para Erick Fromm el amor no es un estado, es un arte, y como todo arte requiere conocimiento, práctica, disciplina y paciencia. Su concepto me gusta mucho, porque nos ayuda a pasar del “final feliz” al “día a día”, dándole peso a la cotidianeidad que sostiene el vínculo.

En ese sentido, dejemos de asumir y empecemos a hablar. Dejemos los guiones heredados y tengamos comunicación honesta: ¿Qué esperamos? ¿Qué necesitamos? ¿Cómo nos vamos a cuidar? ¿Qué tipo de exclusividad queremos (si queremos una)? ¿Cómo repartimos lo cotidiano? La comunicación es el puente que permite transformar relaciones rígidas en vínculos vivos.

Nada de esto es fácil. Quitarse el mito romántico es casi como quitarse un tatuaje: duele y deja sombra. Llevamos toda la vida escuchando que es la meta: en cuentos, en canciones, en películas, en nuestra educación. El amor romántico no se va a extinguir (tampoco queremos eso), solo está dejando de ser el único camino. Y cuando lo descentralizamos, aparece lo verdaderamente radical: vínculos elegidos, hablados, que no nos piden entregarnos, sino acompañarnos. Vínculos que no buscan completarnos, sino permitirnos ser. Dejar de buscar la media naranja y empezar a construir relaciones (del tipo que sean) nos permite ser y cuidar la entereza que ya somos.

En LEXIA trabajamos justo desde esa convicción: que las personas no cabemos en moldes rígidos. Creemos que la investigación solo tiene sentido cuando mira a la gente en su complejidad: sus vínculos, elecciones, cuidados, incluso contradicciones. No estudiamos solo “targets”, sino vidas. Y quizá por eso me importa tanto esta conversación: porque entender cómo se transforma el amor también es entender cómo se transforma la sociedad. Y desde ahí, construir conocimiento que sirva.

La autora. Myrna Maravert. es Estratega en LEXIA, mercadóloga y estudiante de posgrado en Economía. Es curiosa compulsiva y cuestionadora profesional de lo que damos por hecho.

Los colaboradores de LEXIA comparten sus puntos de vista, análisis e interpretaciones sobre la realidad social. La responsabilidad de estos textos recae exclusivamente en las, los y les autores, y no representan la postura institucional de LEXIA.