La demencia del malacopa, ¿de dónde proviene?

Alberto Kousuke De la Herrán Arita
04 febrero 2024

Siempre hay alguien que se pasa de tragos, alguien que afirma no recordar nada de lo que ocurrió al día siguiente. Muchas personas intoxicadas pueden realizar tareas complejas como mantener una conversación detallada o navegar de regreso a casa. Sin embargo, para aquellos que experimentan lo que se conoce como un “blackout” (apagón), la memoria de estos eventos se olvida rápidamente.

¿Cómo provoca el alcohol estos lapsos de memoria? Mientras que una sola bebida a menudo contiene cientos de compuestos químicos diferentes, el etanol es responsable de los efectos del alcohol en el cerebro. El etanol es liviano y lipofílico, lo que significa que su estructura se disuelve fácilmente en grasas, como las de las membranas de la barrera hematoencefálica externa.

Una vez dentro del cerebro, la estructura única del etanol le permite unirse, interactuar y afectar a muchos receptores neuronales diferentes, alterando las vías que le permiten tomar decisiones cuidadosas, controlar sus impulsos, e incluso gestionar sus habilidades motoras. Las redes que controlan la memoria parecen ser especialmente sensibles a los efectos del alcohol.

Normalmente, la información sobre tu entorno es captada por tus órganos sensoriales y enviada al cerebro. Las neuronas transfieren esta información entre sí a través de mensajeros químicos llamados neurotransmisores, que son liberados por una neurona y recibidos por receptores en otra. Cuando un neurotransmisor se une a un receptor, desbloquea un canal interno, permitiendo que pequeños iones fluyan hacia la célula. Si suficientes iones ingresan a la célula, la neurona dispara, enviando la señal hacia adelante.

A través de este proceso, diferentes regiones del cerebro pueden comunicarse entre sí en milisegundos, creando nuestra comprensión del mundo de momento a momento. Pero el etanol interactúa con los receptores, dificultando la comunicación entre las neuronas. Aunque comprometido, el cerebro aún puede transferir información, por eso muchas personas intoxicadas parecen algo capaces de realizar tareas básicas. En otras palabras, la función cerebral está muy afectada, pero no completamente rota.

Pero el almacenamiento de la memoria es otra historia. La transferencia de la comprensión de momento a momento a algo que podemos recordar se cree que depende de un proceso llamado potenciación a largo plazo, o LTP por sus siglas en inglés. La LTP ocurre en todo el cerebro, pero es especialmente importante en regiones de aprendizaje y memoria, como la neocorteza y el hipocampo.

Durante la LTP, la activación de una neurona desencadena cambios físicos en su estructura. Por ejemplo, se pueden mover más receptores a la superficie de la célula, haciendo que la neurona sea más sensible a las señales futuras de sus vecinas. Estos cambios físicos aumentan la probabilidad de que una célula dispare nuevamente en esa conexión, fortaleciendo la conexión entre las neuronas. Y a través de esta conexión más fuerte, se cree que se forma una memoria estable.

Sin embargo, los estudios sugieren que el etanol tiene la capacidad única de interrumpir la LTP, bloqueando los cambios físicos necesarios para la formación de la memoria. Entonces, mientras la información de momento a momento se codifica y comprende, el almacenamiento de esa información se ve empañado, resultando en un apagón.

Por supuesto, no todos los niveles de consumo de alcohol resultan en apagones. Suceden cuando la concentración de alcohol en la sangre, o BAC, supera un cierto nivel, aproximadamente 0.16. Pero no hay un número mágico. A concentraciones ligeramente más bajas de BAC, pueden ocurrir “apagones marrones”, o el recuerdo parcial de eventos, ya que algunas neuronas continúan funcionando correctamente mientras otras fallan. Beber demasiado puede hacer que una persona se desmaye por completo.

Otros factores como el nivel de deshidratación, diferencias genéticas, medicamentos, e incluso la cantidad de comida ingerida pueden afectar la probabilidad de un apagón. Los adolescentes parecen ser especialmente vulnerables debido a los cambios sustanciales en el desarrollo cerebral durante esos años.

Los efectos a corto plazo del alcohol generalmente no duran más del tiempo que tarda el cuerpo en metabolizarlo, aproximadamente un día. Pero beber en exceso repetidamente puede dañar las neuronas y afectar permanentemente la memoria. También puede dañar otros órganos como el hígado, que trabaja horas extras descomponiendo el alcohol.