La difícil comprensión

Rodolfo Díaz Fonseca
28 septiembre 2018

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Muchas tensiones en las relaciones humanas provienen de la escasa capacidad de empatía. Una buena relación exige situarse en el ojo del huracán emocional por el que atraviesa la otra persona. De la incapacidad de lograr ese cometido derivan multitud de quejas, roces, incomprensiones y malos entendidos.
 
La facilidad con que se emiten juicios acerca de las personas tiene su origen en la falta de conocimiento y comprensión de las mismas. Se pide a las otras personas que actúen de acuerdo a los propios parámetros y expectativas.
 
Generalmente, se dice que la empatía consiste en ponerse en el lugar de la otra persona, pero no basta con eso. No es suficiente ponerse en sus zapatos, sino caminar con ellos, ahormar en ellos nuestros sentimientos, emociones, falsos conceptos e impresiones.
 
Cada persona es un sujeto singular y único. No existen moldes a los que se puedan ajustar los seres humanos. No se producen personas en serie ni al vapor. Pretender que el otro proceda solamente de acuerdo a nuestros deseos y expectativas, es una ilusión que se estrella en el muro de las lamentaciones.
 
Cuando no se comprende a la otra persona es fácil encasillarla y disecarla. Se le convierte en objeto de estudio semejante a un conejillo de indias. Incluso, se le exige que se ajuste al plano mental y emocional que se ha previamente elaborado.
 
En lógica existe una ley conocida como extensión y comprensión, que señala: “a mayor extensión menor comprensión, y a mayor comprensión menor extensión”, la cual puede aplicarse también a las relaciones interpersonales.
 
Mientras más comprendamos a una persona menos generalizaremos acerca de ella y nuestra comunión será más completa. Mientras menos la comprendamos, más genérico y erróneo será nuestro juicio acerca de ella.
 
¿Comprendo y acepto a las personas?
 
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@rodolfodiazf