La estatura física como indicador de bienestar
Cada 1 de Mayo conmemoramos las luchas obreras por jornadas justas, condiciones dignas y derechos laborales. Pero rara vez nos detenemos a pensar en cómo el cuerpo humano ha sido, desde los albores de la Revolución Industrial, el reflejo de esas batallas. La estatura y la morbilidad, lejos de ser simples datos médicos, son pruebas físicas de cuánto bienestar (o malestar) ha generado el modelo de trabajo imperante.
Durante el Siglo 19, cuando las fábricas devoraban horas, vidas y cuerpos, médicos y estadísticos comenzaron a notar un fenómeno alarmante: la estatura promedio de los trabajadores y sus hijos estaba disminuyendo. En lugar de crecer con el progreso económico, la clase obrera se encogía. No por genética, sino por hambre, enfermedades, hacinamiento y fatiga. Los niños de Manchester, Lyon o Berlín medían menos que las generaciones anteriores, reflejando la pobreza nutricional y las condiciones de vida precarias que acompañaban la industrialización acelerada.
A la par, las enfermedades infecciosas arrasaban en los barrios obreros. La morbilidad crecía en proporción directa al número de horas trabajadas, al escaso descanso y a la falta de acceso a servicios básicos. El cuerpo, entonces, se convirtió en el campo de batalla entre el capital y los derechos humanos.
Esas condiciones fueron, precisamente, las que encendieron las primeras protestas obreras, como las de Chicago en 1886, origen del 1 de Mayo. Detrás del reclamo por las ocho horas de trabajo, había un reclamo más profundo: por el derecho a una vida vivible. Porque sin tiempo para comer bien, sin acceso a atención médica ni a condiciones salubres, ningún trabajador podía aspirar a una existencia plena. Los cuerpos hablaban incluso antes que los discursos.
Hoy, en el Siglo 21, seguimos midiendo esos cuerpos. En muchas partes del mundo, los hijos de familias pobres siguen creciendo menos que sus pares más favorecidos. Las enfermedades prevenibles se siguen cebando en los sectores con empleos informales, mal pagados o sin cobertura médica. Las estadísticas de estatura y morbilidad continúan señalando, con crudeza, dónde fallan las promesas del desarrollo.
En México, de acuerdo con datos del INEGI, la estatura promedio de los ciudadanos se correlaciona, de una manera muy general, con la prosperidad económica de las entidades de la República, y de manera muy marcada, existe una diferencia en la estatura de las personas del norte y del sur.
Por ejemplo, los hombres y mujeres de Chiapas, Guerrero, Oaxaca (los estados más pobres del País) miden en promedio 1.50 metros. Mientras que los de los estados norteños como Chihuahua, Sonora, Nuevo León o Sinaloa, miden en promedio 1.70 metros de altura. Esto no es sólo genética, sino resultado de la alimentación, atención médica, y en general, de un malestar.
Conmemorar el 1 de Mayo es también recordar que el trabajo no puede ser fuente de deterioro físico y mental. Que una sociedad justa es aquella en la que todos sus miembros pueden crecer -literal y simbólicamente- con salud y dignidad. Porque el bienestar no se grita sólo en pancartas: también se mide, con precisión silenciosa, en los cuerpos de quienes trabajan.
Es cuanto....