La figura paterna

Rodolfo Díaz Fonseca
16 junio 2017

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@rodolfodiazf

 

Nuestra cultura carga mayoritariamente el acento sobre el rol y función de la madre. A nivel coloquial existe la palabra “desmadre” (admitida, incluso, por el diccionario de la Real Academia Española, como “conducirse sin respeto ni medida, exceso desmesurado en palabras o acciones, o juerga desenfrenada), pero no se acuña todavía la palabra “despadre”.

 

 

Nadie discute la trascendencia de la mamá en el hogar, pero hay que destacar también el rol de la figura paterna. En muchas familias se lamenta la ausencia del padre, como  sucedió con Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. En otras, se le teme, como relató Franz Kafka en la carta que dirigió a su padre. No obstante, hay padres amorosos y afectuosos, como narró el también escritor Héctor Abad Faciolince, quien relató la nostalgia en que lo sumió el asesinato de su papá.

 

 

“Mi papá y yo nos teníamos un afecto mutuo (y físico además) que para muchos de nuestros allegados era un escándalo que limitaba con la enfermedad. Algunos de mis parientes decían que mi papá me iba a volver marica de tanto consentirme. Y mi mamá, quizás por compensar, trataba de preferir a mis cinco hermanas, y de tratarme a mí con un rigor justiciero (nunca injusto ni para bien ni para mal, siempre ecuánime).

 

 

“Mi abuelo a veces comentaba sobre mí: “A este niño le falta mano dura’. Pero mi papá le respondía: ‘Si le hace falta, para eso está la vida, que acaba dándonos duro a todos: para sufrir, la vida es más que suficiente, y yo no le voy a ayudar’”.

 

 

Faciolince subrayó que su padre -a pesar de ser cariñoso y afectuoso- no era permisivo en exceso, ni toleraba que no se tuviera compromiso ni conciencia social.

 

 

¿Tuve excelente padre? ¿Soy buen padre?