La foto de ‘El Rey’ y nuestro padre

Arturo Santamaría Gómez
31 diciembre 2022

Arturo Santamaría Gómez

santamar24@hotmail.com

En esta ocasión haré de lado los temas políticos para platicarles de la importancia que tuvo “El Rey” Pelé para millones de niños de mi generación:

En 1959, al año siguiente de que Brasil ganara su primera Copa Mundial de Futbol en Suecia y Pelé surgiera a la fama planetaria siendo todavía un menor de edad a los imberbes 17 años, “El Rey” y su equipo El Santos llegaron el 7 de febrero a jugar a Poza Rica, Veracruz, contra el club que tenía el mismo nombre de la ciudad petrolera. Pelé todavía no cumplía 19 años y guió a su equipo para meterle dos goles al equipo mexicano que recién había ascendido a la Primera División.

Mi padre, Mauricio Santamaría Fierro, quien era periodista, había llegado a la ciudad para hacer un reportaje sobre el sindicato de Pemex y casualmente fue invitado a una cena que el Club, financiado por la empresa petrolera, le brindaba al Santos, que gracias a Edson Arantes do Nascimento, Pelé, ya era el equipo más famoso del mundo en esa época.

Mis hermanos, Arnaldo, entonces de 14 años, y Mauricio, de 13, quienes no fueron a la cena porque mi padre no sabía que iba a ser invitado a acompañar al Santos, lo cual lamentan hasta la fecha, no recuerdan la razón, pero lo cierto es que nuestro padre, de manera sorpresiva, fue invitado para dirigirles unas palabras a los astros brasileños. Yo especulo que, en la plática con los periodistas, los directivos del sindicato se dieron cuenta que mi papá sabía mucho de futbol (quien en su juventud había sido reserva del Atlante en los mejores años de este club) y le pidieron que él tomara la palabra. Nuestro señor padre era muy buen orador, entre otras razones porque tenía una excelente voz y era muy elocuente. Ha de haber hablado muy bien porque los jugadores del Santos le firmaron la fotografía que don Mauricio se tomó con ellos, incluyendo, por supuesto, a “El Rey”, quien aparecía en cuclillas y nuestro padre, de pie, aparecía atrás de él.

Mis hermanos, aunque no estuvieron en la cena, pudieron saludar al primer gran genio del futbol mundial y obtener un autógrafo de él -el cual presumían mucho- porque se hospedaban en el mismo hotel al que había llegado el Santos.

Al regreso a la Ciudad de México, donde nosotros vivíamos, mi padre y hermanos platicaban la emoción de haber conocido a Pelé, y como muestra y recuerdo llevaban la fotografía donde aparece don Mauricio con “El Rey”, la cual se convirtió en una especie de tesoro de familia. Yo tenía 6 años y ese fue el primer recuerdo que tengo de Pelé porque la Copa Mundial de 1958 no se registró en mi memoria a pesar de que ya pateaba la pelota. Seguramente el hecho de que aún no se televisaran en México las copas mundiales, porque estas se transmitieron en vivo por primera vez con el campeonato Mundial de 1966 que se jugó en Inglaterra, fue la razón de que no me enterara en su momento del Mundial de 1958.

No obstante, a través de las pláticas de mi padres y hermanos, empecé a mitificar la figura de Pelé, lo cual se reforzó cuando pude ver en la televisión la grabación de los tres goles de “El Rey” en Suecia. A pesar de ser yo muy pequeño, el gol que anotó Edson, después de hacerles “un sombrerito” a dos jugadores suecos en el juego final, el cual fue una maravilla artística que solo en un sueño o en una película de Hollywood se podía imaginar, despertó en mí -y después supe que en millones de niños en el planeta- un gozo inconmensurable y el deseo de emular a “El Rey”.

Gracias a una de las más amorosas costumbres de mi familia, la mayoría de las veces con nuestros padres y casi siempre todo los hijos reunidos -en 1967 ya éramos 11- veíamos con cierta regularidad los álbumes fotográficos familiares donde siempre aparecía- con mis ansias de verla nuevamente- la foto de El Santos, “El Rey” y nuestro padre. Así fue por varios años.

No recuerdo cuándo fue la última vez que vi la foto ni cuál de mis hermanos la había conservado a la muerte de nuestra señora madre, quien atesoraba amorosamente cientos de fotografías familiares, incluso de ancestros del Siglo 19.

Los álbumes finalmente se distribuyeron entre algunos de mis hermanos y hermanas, pero el jueves pasado, al momento de escribir este comentario, Arnaldo, el mayor, me dijo por teléfono que por un descuido inexplicable un empleado suyo quemó decenas de esas fotos, entre ellas la de nuestro padre con “El Rey”. Sentí que se me clavaba un aguijón en el vientre y me dio una enorme tristeza. El día que murió Pelé me enteré que uno de nuestros tesoros familiares ya no existía. No obstante, los recuerdos infantiles y juveniles de los incomparables gozos que sembraba en nuestras mentes y corazones “El Rey” Pelé siguen en nuestra memoria.

Confieso sin ninguna reserva que muy pocos creadores, ya sea científicos, filosóficos o artísticos de mi vida adulta, han alimentado tan gozosamente mi imaginación como lo hizo “El Rey” en mi infancia, y muy pocos hombres y mujeres de cualquier escenario me emocionaron tanto como el futbol de Pelé. Por eso mi eterno agradecimiento al niño que vio llorar a su padre cuando Brasil perdió el Campeonato Mundial en 1950 en su propio país y le prometió que él cuando fuese mayor le llevaría la deseada Copa Jules Rimet.

Gracias, Pelé.