La infantil ingenuidad

Rodolfo Díaz Fonseca
19 octubre 2017

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rfonseca@noroeste.com

@rodolfodiazf

 

Algunas personas son muy ingenuas e inocentes, por lo que pueden despeñarse en el precipicio de la credulidad. Si se trata de niños, es normal que crean cualquier fantástico relato; pero, en adultos, no deja de asombrar su ingenuidad y candidez.

 

La palabra ingenuo designó originalmente a una persona que había nacido libre (in: dentro, nacido; genus: raza o linaje). Con este término se hacía referencia a una persona que nació libre y nunca se convirtió en esclava. Sin embargo, con el tiempo degeneró para significar a alguien fácil de engañar.

 

Un cuento sufi relata la historia de un cazador que  atrapó a un pajarillo con su red. El ave lo instó a dejarle partir, diciéndole que era pequeña y flaca, además de que le daría tres consejos: el primero estando aún prisionera; el segundo, al ser liberada, y el tercero al alcanzar la cima de la montaña.

 

El cazador aceptó y el pajarillo le dio el primer consejo: “Si pierdes algo, incluso si lo estimabas tanto como a tu propia vida, no lo lamentes jamás”. Al liberarlo, le dijo: “Cuando escuches algo contrario al sentido común, no lo creas nunca sin tener pruebas”. Al volar hacia la cima, el ave expresó: “¡Mi cuerpo contiene dos enormes y preciosas joyas! Si tan solo me hubieras matado ahora serías su bienaventurado dueño”.

 

El cazador se lamentó y el pajarillo le dijo: “Te aconsejé que jamás lamentaras nada, y sin embargo ya estás lamentando lo que hiciste conmigo. Te aconsejé que no creyeras lo que se opone al sentido común sin tener pruebas, y sin embargo crees que yo tenga dos enormes joyas dentro de mi delgado cuerpo. ¡Te crees cualquier cosa y te lamentas de lo que piensas haber perdido!”.

 

¿Soy ingenuo? ¿Me trago cualquier cuento?