La insaciable avaricia

Rodolfo Díaz Fonseca
07 mayo 2018

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@rodolfodiazf

 

“La avaricia de la humanidad es insaciable”, afirmó Aristóteles. En efecto, el saco en que el hombre deposita sus deseos parece no tener fondo, como reforzó León Tolstoi: “Busca entre los hombres, de mendigo a millonario, uno que esté satisfecho con lo suyo y no encontrarás uno entre mil… Hoy tenemos que comprar unas botas y un abrigo, mañana, un reloj y una cadena; al día siguiente debemos instalarnos en un apartamento con un sofá y una lámpara de bronce; después tenemos que tener alfombras y vestidos de terciopelo; luego una casa, caballos y carros, pinturas y decoraciones”.

 

Esta constatación la plasmó magistralmente Tolstoi en un cuento titulado “¿Cuánta tierra necesita un hombre?”. Pahom, el protagonista, era un pobre campesino sin tierras propias, hasta que le compró 20 hectáreas a una viuda. Venció un potrillo, la mitad de sus abejas, pidió prestado y contrató a uno de sus hijos como peón.

 

Obtuvo buenas cosechas y saldó sus deudas. No obstante, un viajero le contó que allende el Volga vendían tierras baratas. Pahom vendió sus posesiones y se asentó en las nuevas tierras, pero pronto se sintió insatisfecho, quería otras tierras para sembrar más trigo.

Un vendedor de bienes raíces le comentó que en la comarca de los bashkirs había comprado 600 hectáreas por mil rublos. Pahom encomendó el cuidado de la finca a su familia y llevando consigo a un criado fue en busca de la aventura.

 

El jefe de los bashkirs le dijo que toda la tierra que pudiera recorrer en un día sería suya por sólo mil rublos, pero debía volver al punto de partida antes de ponerse el sol. Pahom recorrió muchos kilómetros, regresó desfalleciente y murió. El criado cavó una tumba y bastaron dos metros para sepultarlo.

 

¿Me consume la avaricia?