La inseguridad

19 mayo 2017

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Jorge del Rincón Bernal

jrinber@gmail.com

 

Amables lectores, como ya lo saben, la inseguridad es un fenómeno que está invadiendo no nada mas a nosotros, sino también a casi todas las latitudes del planeta, como si fuera un cáncer. Al leer un artículo de Internet sobre este tema, me pareció necesario compartirlo con ustedes.

Existe en todo el mundo una fuerte represión que se opone a la vida espiritual y, por consecuencia, a la transformación de la humanidad. Hay también en él una falta del auténtico poder, el que debe ejercer todo ser humano y las comunidades que éste forma. Este vacío se agrava con las violaciones repetidas de los derechos humanos, que pasan “inadvertidas” a las “autoridades”. Este vacío de poder sólo puede conducir al caos y al dolor y, por ello, la humanidad debe redescubrir la verdadera espiritualidad. Pero el poder oculto, mediante sus Estados, actúa para reprimir y desmovilizar la acción legítima de los seres humanos utilizando estrategias de manipulación, terror y represión.

Inseguridad y delincuencia son nuevas palabras promovidas por el Poder para esconder las consecuencias inmediatas de su política de dominación. La creciente delincuencia es sólo una consecuencia lógica de los altos índices de desocupación y de marginalidad. Convirtiendo este crimen social en sólo un problema de vigilancia, un tema de policía, disimulan su responsabilidad y la utilizan en su provecho.

 

El Poder asusta a las personas introduciendo en su imaginación la idea de que aumenta la delincuencia, que ésta va acompañada de una fuerte conexión entre exsubversivos y ladrones que cada día ocurren delitos con mayor violencia y que cualquiera tiene un acceso más fácil a las armas de fuego y explosivos. Sembrar el miedo es la estrategia del Poder para implementar un “Estado Policial” dirigido a terminar no con la delincuencia, sino con cualquier intento de desestabilización del modelo de civilización impuesto. Con éxito instala la idea de que el gobierno ha fracasado en su lucha contra el delito, y que la “seguridad ciudadana” es la principal preocupación de la ciudadanía.

 

Los gobiernos invierten en las reformas policiales para ser capaces de reprimir mejor. Necesitan una fuerza de represión en la que se pueda confiar, que se encuentre en las mejores condiciones para enfrentarse con dureza contra las protestas populares, contra las movilizaciones obreras, campesinas, estudiantiles, etc. Al mismo tiempo, los Estados intentan dispersar y separar a todo librepensador que se les oponga, y desean hacer ver que se trata simplemente de un caso aislado. Para cumplir sus propósitos generan en las personas un inconsciente delator, instaurando el miedo y la desconfianza entre los vecinos, los trabajadores, los marginados, los desocupados… Pero no se dan cuenta que sus propios actos los delatan y que el peso de su maldad les hará caer.

Los gobiernos y sus policías hostigan, persiguen, encarcelan, torturan y asesinan a quienes denuncian la corrupción que impera en las instituciones, o a aquellos que, simplemente, se expresan políticamente. Y no existe ningún gobierno sobre esta Tierra que no tenga sus representantes del Poder, “asesores” para la represión. Esbirros del Poder son los que impulsan las “medidas antidelincuencia”. La detención por sospecha, la libertad de las policías para que puedan intervenir y allanar domicilios “sin orden previa”, aumentar las penas, construir “cárceles privadas”, la creación de “zonas policiales”, los “toques de queda”, colocar fotografías de “delincuentes” en sitios públicos, rebajar la responsabilidad penal, creando un “sistema especial” para “jóvenes delincuentes” entre 14 y 18 años, haciendo plenamente responsables a menores… No se dan cuenta de que estos medios no son los apropiados para combatir la delincuencia, que este asunto requiere otro tipo de tratamiento.

 

Desconociendo que son ellos quienes en realidad trabajan y protegen a los auténticos piratas, combaten el “robo” intelectual y la evasión tributaria a través de “agentes encubiertos”, de “informantes pagados” y de “entregas vigiladas”. Por poco que uno investigue puede darse cuenta de los “montajes policiales” y de las desapariciones de personas y detenciones por motivos políticos.

 

Uno a uno, todos los que se oponen a la infamia son objeto de amenazas y de ataques, tanto las personas como las comunidades que éstas forman: miembros y organizaciones para la defensa de los derechos humanos, pro justicia, de mujeres, de desarrollo, defensoras del derecho a la diferencia sexual, protectoras de la niñez y de juventud, equipos que desarrollan exhumaciones, campesinos, sindicalistas, académicos, periodistas, políticos y religiosos. Multitud de personas, familias y comunidades se encuentran permanentemente vigiladas y controladas por los servicios de inteligencia y la policía.

 

Extraños robos a sedes, amenazas telefónicas, vigilancias y seguimientos, misteriosos civiles realizando interrogatorios extrajudiciales, intervención de las comunicaciones telefónicas, informáticas, radiales, de la correspondencia y de los sistemas y redes informáticos; la escucha y grabación electrónica, la obtención de antecedentes sujetos a reserva o secreto bancario; controles en caminos, sobrevuelo de determinadas zonas, allanamientos, golpes, secuestros, desapariciones, asesinatos… son hechos que acontecen todos los días.